sábado, 17 de junio de 2017

HELMUT KOHL: EL PADRE DE LA NUEVA ALEMANIA

Nos ha dejado a los 87 años una de las grandes figuras políticas de la historia de Europa y Occidente en general: Helmut Kohl, el que fuera canciller de la República Federal de Alemania nada menos que durante 16 años, record hasta ahora no superado. Líder durante un cuarto de siglo de la democristiana CDU (actualmente gobernando Alemania bajo la dirección de Angela Merkel), alcanzó el poder en 1982 gracias precisamente a una moción de censura (presentada, por supuesto, en serio en este caso) contra el socialdemócrata Helmut Schmidt, al que logró derrotar gracias al apoyo de cuatro diputados liberales.

A partir de entonces, consiguió imponerse una y otra vez en las urnas y regir, normalmente en coalición con los liberales del FDP, los destinos de Alemania durante aquellos años convulsos, apasionantes y esperanzadores del final de la guerra fría que condujeron a la caída del Muro de Berlín. Le cupo el honor de vivir como anfitrión el momento histórico del memorable discurso de Ronald Reagan ante la Puerta de Branderburgo: "Sr. Gorbachov, abra esta puerta, ¡derribe este muro!", palabras que él mismo, al igual que el público allí congregado, aplaudió con fruición. Tras el venturoso final del régimen comunista de la tétricamente llamada Alemania Democrática, defendió con firmeza la reunificación alemana, pese a las incomprensiones y reparos de dentro y fuera de las entonces dos Alemanias: cabe recordar que Margaret Thatcher encabezaba una posición dentro de Europa que alertaba incluso del peligro que podía representar una Alemania unida tras las traumáticas experiencias de las dos guerras mundiales.

Pero Kohl, que ostentaba una bien ganada fama de tenaz y obstinado, se salió finalmente con la suya y convirtió a la Alemania reunificada, de la que fue el primer canciller, en la primera potencia de Europa y baluarte de su unidad económica, política y monetaria, de la que además había ejercido hasta entonces de adalid. En aquellas cumbres europeas y actos y reuniones fundacionales sobresalía siempre la inmensa humanidad de un Helmut Kohl que, por cierto, labró una profunda amistad con el presidente del Gobierno español, Felipe González, pese a las diferencias ideológicas que les separaban.

Tras ese largo período en la cancillería alemana, sin precedentes en la historia democrática del país germano, perdería el poder en 1998 de resultas de su única derrota electoral ante el SPD de Gerhard Schroeder, que pasaría a gobernar en coalición con Los Verdes. A partir de entonces ha permanecido fuera de la política, si bien no se ha privado de hacer públicas sus opiniones sobre la actualidad, en las que no ha ahorrado críticas hacia su sucesora, la actual canciller Angela Merkel. Sus últimos años, tras pasar el mal trago de verse involucrado en el escándalo de los donativos irregulares a la CDU, han sido especialmente difíciles e incluso trágicos desde un punto de vista personal. Pero ello no es óbice para que sea recordado, no solo como el padre de la Alemania reunificada e inspirador de la Unión Europea de hoy, sino además como uno de aquellos grandes líderes políticos que emergieron en la década de los 80 (junto a Thatcher, Reagan o Juan Pablo II) y dejaron su sello en su decisiva contribución a la victoria final de la libertad y la democracia y su posterior fortalecimiento. Descanse en paz.

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