miércoles, 17 de mayo de 2017

HACIA LA CAZA DE BRUJAS

Me viene a la memoria una agradable tarde de la primavera murciana, en la que, sentados en una terraza, unos amigos con inquietudes intelectuales y políticas comunes, mantuvimos una interesante tertulia sobre los límites de la asunción de las responsabilidades políticas. Entre nosotros, un joven, sin duda bienintencionado y atraído por los cantos de sirena de la "nueva política" (sector "naranja"), defendía que la mera imputación (o investigación) debía llevar irremisiblemente a la dimisión, por el bien de la ejemplaridad política y la necesaria "regeneración" de nuestra democracia. Otro contertulio, alguien a quien además admiro personalmente tanto por su amplísima cultura y altura intelectual como por su forma de ser humilde y cabal, le respondió con absoluta contundencia que, de convertirse esa apreciación en regla, esta época pasaría a la historia, no por la exigencia de limpieza y firmeza contra la corrupción, sino por dejar en mantillas a la mismísima caza de brujas de McCarthy.

En aquel momento me pareció una afirmación algo exagerada, pero he de reconocer que el tiempo me ha hecho ver que no andaba nada desencaminado mi amigo. Porque cierto es que hemos llegado a un extremo en que, so capa de unas supuestas demandas de ejemplaridad (siempre ajenas) que solo esconden hábitos de persecución política pura y dura, la presunción de inocencia ha dejado virtualmente de existir, sobre todo si el "objetivo" de la "depuración" es un cargo del PP. Y que, con tal de desacreditar al adversario político, absolutamente todo vale, hasta hacer un uso torticero e infame de instituciones que precisamente deberían ser garantes del Estado de Derecho y de los derechos y libertades fundamentales de cualquier ciudadano, sea cual sea su profesión u ocupación.

Tras el grotesco sainete de los fiscales que acusaron de un "chivatazo", pero "sin atribuir ningún delito", al Secretario de Estado de Seguridad, hemos asistido al espectáculo lamentable de la publicación de un informe de la UCO (o eso parece) que solicita investigar a la presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes... ¡por la adjudicación del contrato de la cafetería de la Asamblea, como si tal decisión la hubiese podido tomar ella individualmente! Algo tan de aurora boreal, tan bochornoso, que ha tenido que saltar a la palestra el mismísimo y autoproclamado "juez del pueblo" (sí, el mismo que en otros casos atribuye hasta "delitos de pensamiento") para desmentir que tuviera intención alguna de investigar (o imputar) a Cristina Cifuentes.

Pero el daño ya está hecho: el difama, que algo queda, ya ha cumplido su papel. Cabe preguntarse una vez más dónde queda la honorabilidad de las personas, quién resarce en este caso a Cristina Cifuentes (como a tantísimos cargos y políticos del PP literalmente perseguidos) del sambenito que se le ha llegado a imponer de manera tan injusta. Es momento de ser absolutamente claros y contundentes: si algunos quieren dedicarse a la política, que den la cara y se presenten a las elecciones, aunque corran el riesgo de que no les vote ni el Tato. Pero que dejen de utilizar y pervertir unas instituciones que son, o deberían ser, de todos para hacer politiqueo sucio y de la peor estofa con tal de intentar lograr de esa muy corrupta manera aquello que niegan las urnas. Ya está bien: que no desacrediten más nuestro sistema de libertades y nuestra democracia.

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