martes, 11 de abril de 2017

LA LIBERTAD, NO SOLO EN OCCIDENTE

Soy el primero que entona el "mea culpa", porque reconozco que me dejo llevar por la tendencia informativa reinante y suelo destacar los atentados islamistas que sufrimos en Europa u Occidente en general y, en cambio, apenas mencionar los que tienen lugar fuera de nuestra civilización. Y es algo tremendamente injusto, sobre todo cuando, por ejemplo, no se le concede la importancia debida al último, vil y cobarde ataque terrorista perpretado contra dos iglesias coptas en Egipto, que se saldó con 45 muertos.

En este caso, se ha tratado además de una nueva y sanguinaria vuelta de tuerca a una larga historia de discriminaciones, agravios y violencias, la sufrida por los cristianos coptos en Egipto, y que por cierto no se circunscriben ni mucho menos a los atentados del Daesh. Hay que recordar que la minoría copta halla su origen generacional en los auténticos oriundos del país: hasta el punto de que el vocablo ‘copto’ procede del griego ‘aigyptios’, egipcio. La imposición del Islam de resultas de la invasión árabe arrinconaría al cristianismo copto y convertiría a sus seguidores, que actualmente suponen entre el 8 y el 12 por ciento de la población (unos once millones de egipcios), en verdaderos apestados. Así, no solo se les impide el acceso a determinados puestos de la Administración Pública y, al contrario que en Occidente, donde todo suelen ser facilidades para la edificación de mezquitas, se les restringe la construcción de iglesias; también llevan soportando el odio, la persecución y los ataques de los radicales islámicos de distintas tendencias, ante la condescencia y aquiescencia de las autoridades civiles y militares.

La esperanza con la que la comunidad cristiana copta recibiera la revolución que derrocara a Mubarak terminó incluso mutándose en la peor de las pesadillas, especialmente bajo la presidencia del islamista Mohamed Morsi. Derrocado este, y pese a las buenas palabras de su sucesor, el actual presidente Al Sisi, lejos de lograr un reconocimiento de sus derechos y libertades, la opresión y el hostigamiento sobre los coptos continúa incluso con mayor intensidad (en 2016 se contabilizaron 54 incidentes violentos contra los cristianos). De ahí que, tras el último ataque terrorista, un numeroso (y muy valiente) grupo de manifestantes coptos haya salido a la calle para mostrar su hartazgo por la apatía y desprotección de su Gobierno.

¿Y qué hace Occidente, supuesto garante de la libertad y los derechos humanos en todo el mundo? Parece ser que prefiere quedarse de brazos cruzados: además de por supuesto condenar los actos terroristas del Daesh, no estaría de más la denuncia hacia la escandalosa pasividad del régimen egipcio por parte de los líderes de una Unión Europea sin cuyas raíces cristianas, por cierto, sería inconcebible. Y es que la defensa de la dignidad humana y del ejercicio de los derechos y libertades individuales, entre los que se encuentra la libertad religiosa y de culto, no debería limitarse a suelo occidental.

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