martes, 25 de abril de 2017

A "ESPE" JAMÁS SE LO HAN PERDONADO

Asumiendo un nivel de exigencia de asunción de responsabilidades políticas que jamás se aplicarían para sí mismos, no ya sus eternos detractores, sino aquella legión política-mediática de fariseos que se dedica todos los días a impartir lecciones de ética y moral (siempre ajenas), Esperanza Aguirre ha decidido poner fin, y ahora sí, a una carrera política, pese a quien pese, jalonada de éxitos, fundamentalmente como presidenta de la Comunidad de Madrid. Ha sido una decisión ejemplar que, por supuesto, casi nadie le va a reconocer, y ni mucho menos ninguno de sus innumerables adversarios políticos que, precisamente por representar el triunfo práctico de unas ideas desacreditadas por la izquierda del pensamiento único, siempre la han tratado y considerado como enemiga a batir.

Es más: su dimisión no solo no aplacará la campaña de linchamiento personal contra ella, sino que la intensificará. Y es que uno se conoce ya a sus clásicos: tras cobrarse la pieza de la caza al político, viene la implacable persecución a la persona. Y yo, desde luego, me niego a sumarme a semejante lanzada a moro muerto, práctica frecuente en el enrarecido e inquisitorial panorama político-mediático actual. No, no me resigno.

Debido fundamentalmente a sus arraigadas convicciones liberales que con tanta claridad ha venido manifestando siempre que ha tenido ocasión, además de su habilidad dialéctica para atreverse a desenmascarar a las izquierdas y situarles ante sus propias miserias, se ganó la radical animadversión de toda la progresía política y mediática, que empezó a hacerla objeto de sus burlas, escarnios y más aceradas y burdas invectivas. Para más inri, a todo ello se unió su eficiente gestión como presidenta de la Comunidad de Madrid, cargo desde el cual tuvo la oportunidad de convertir sus ideas liberales en políticas concretas. A partir de entonces, esa aversión tornó sencillamente en odio: que se ponga en duda la superioridad moral y ética de la izquierda, puede pasar; pero que encima se demuestre con hechos, imperdonable.

A este respecto, resultaba muy significativo que los sindicatos verticales del socialismo sacaran a sus 'liberados' a manifestarse siempre que doña Esperanza inauguraba un colegio o un hospital públicos; y es que había que desviar la atención acerca de una realidad incontestable: que nunca como durante su presidencia se construyeron tantos. Así pues, quedaba demostrado que las políticas 'neoliberales' de la señora Aguirre no solo no habían desmantelado la sanidad y la educación públicas, sino que las habían aumentado y mejorado. Y claro, eso era ya demasiado.

Encima, la Comunidad de Madrid despuntaba como la región más rica de España llegando a superar en renta per cápita a Cataluña; fundamentalmente, debido a las políticas de rigor en el gasto público y de apuesta por el dinamismo económico y la iniciativa empresarial. Esperanza Aguirre se convertía en todo un referente dentro del mismo PP, no solo en cuanto a gestión, sino también en resultados electorales (en este aspecto, detrás de Murcia); de tal forma que, al conseguir romper el mito del 'cinturón rojo', demostró que se podían ganar elecciones, e incluso arrasar, presentando un programa nítidamente liberal, sin necesidad de esconderse en la indefinición de una bruma pretendidamente 'centrista'. Y es que cuanto más la detestaban las izquierdas, más madrileños le concedían su voto.

Tras su sorprendente renuncia como presidenta de la Comunidad de Madrid, no aguantó mucho tiempo sin que volviera a picarle el gusanillo de la política activa, a la que regresó como candidata del PP a la alcaldía de Madrid, sueño que, a falta de un solo concejal, estuvo a punto de cumplir. Lo que vino después le supuso mucha más pena que gloria, pero, haciendo abstracción de errores políticos que ella misma ha tenido la gallardía de reconocer, y que le han llevado a dimitir, sería absolutamente injusto que Esperanza Aguirre no fuera recordada como una líder política sensacional que nos deja un magnífico legado: un sobresaliente ejemplo de que, por medio de la noble actividad política y la aplicación de unos principios basados en la libertad individual, la economía de mercado y la mínima intromisión del Estado, es posible hacer de tus ideales el camino que conduzca a más amplios espacios de libertad y, con ello, a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Es exactamente lo que jamás le han perdonado a "Espe".

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