Sin duda, la utilización de un apellido tan políticamente correcto para matizar un posicionamiento ideológico liberal se debe en buena parte a la esquizofrenia de buscar heredar electoralmente al PP, y a la vez distinguirse de él. Se puede aducir empero que existe una tradición de liberalismo autocalificado de "progresista", tanto en España como en Francia, Reino Unido o incluso Estados Unidos (de donde tomaría el término "liberal" en el sentido utilizado allí), y es verdad: lo que ocurre es que, desde los "exaltados" doceañistas como Rafael del Riego, pasando por el fiasco del llamado "Trienio Liberal", o "espadones" como Baldomero Espartero o Juan Prim, se mostró como un liberalismo más teórico que real, más pendiente de proclamar los postulados metafísicos y abstractos de los revolucionarios, más partidario de la "tabula rasa", que de hacer realizables y garantizar las libertades y derechos individuales bajo un Estado liberal de la única manera posible: teniendo en cuenta la historia, la tradición, la legitimidad, la evolución de las instituciones y el devenir de la sociedad política en su conjunto.
Esto es: justo aquello que defendía un liberalismo de tipo "moderado" o conservador (en realidad, el verdadero liberalismo merecedor de tal nombre) que, basado en las ideas de un Benjamin Constant desde Francia o un Edmund Burke desde las Islas Británicas y los logros del liberalismo anglosajón tras las Revoluciones inglesa y estadounidense (frente al jacobinismo de la Revolución Francesa, que derivó en totalitarismo), representaban en España Francisco Javier de Istúriz, Andrés Borrego, Nicomedes Pastor Díaz o el mismísimo Antonio Cánovas del Castillo. Fueron, por ejemplo, los llamados "puritanos" que fundaron y formaron aquella Unión Liberal que modernizó la economía y las estructuras políticas de la Monarquía isabelina, y que además sería el embrión de aquel Partido Liberal Conservador de Cánovas que impulsó una Restauración que, con todas sus fallas, traería un largo periodo de estabilidad política y económica bajo un régimen de Monarquía parlamentaria inspirado en el británico.
En suma, una bandera genuinamente liberal que, por cierto, el PP tiene la oportunidad de recoger y enarbolar en su próximo Congreso. Un liberalismo auténtico que debería diferenciarse claramente de cierto sucedáneo "progresista" que, como demuestra su propia evolución histórica, no se distingue muy mucho de esa socialdemocracia de la que algunos ahora, y por meros cálculos electorales, pretenden abjurar.
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