domingo, 4 de diciembre de 2016

ESPAÑA VUELVE A TRANSMITIR SEGURIDAD Y ESTABILIDAD

En España, al menos formalmente, no ha habido gran coalición, debido fundamentalmente a ciertos atavismos históricos que siguen anidando en el socialismo español. Sin embargo, el PSOE ha querido emular al SPD alemán en el pacto de Gobierno de este con la CDU de Angela Merkel al pedir la subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) como contrapartida a su apoyo al techo de gasto. Y dicho y hecho. Desde luego, ese incremento, como advierten economistas de distinto pelaje ideológico, supone una barrera de entrada al mercado de trabajo para gente joven y sin experiencia laboral (vamos, que en último término genera paro), y además, muy al contrario de lo que popularmente se cree, tampoco implica de por sí una subida general de los salarios. Pero, en fin, confiemos en que continúe la tendencia positiva de creación de empleo sin precedentes, para lo que, obviamente, no deberían alterarse, al menos, los elementos básicos de una reforma que ha tenido la virtud de liberalizar y flexibilizar el mercado laboral.

Respecto al objetivo de déficit autonómico finalmente pactado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, ni pa' ti ni pa' mi, ni el 0,5 por el que abogaba Montoro ni el 0,7 que defendía el PSOE: el 0,6%. A esto se le llama ceder por ambas partes. El hecho de que continúe habiendo perspectivas de crecimiento económico y, por tanto, de mayores ingresos fiscales ha hecho más fácil el acuerdo (también y sobre todo, la perentoria necesidad de las Comunidades Autónomas de aliviar su situación financiera), pero las alegrías, por supuesto, han de seguir siendo las justas para todas las administraciones públicas.

Porque, pese a las subidas decretadas en impuestos al consumo (en tabaco y alcohol, a excepción del vino y la cerveza, y próximamente en bebidas azucaradas), siempre preferibles a los incrementos en tributos directos que penalicen la creación de riqueza, la eliminación de deducciones en el Impuesto de Sociedades (cuyo tipo máximo, empero, continúa situándose en el 25%) y el ascenso de las bases máximas de cotización en un 3%, las políticas de rigor y reducción del gasto público no deberían abandonarse. No solo para cumplir el objetivo de déficit exigido por Bruselas, marcado en el 3,1% en 2017, sino para consolidar las bases de una economía saneada que afronte en mejores condiciones eventuales coyunturas de mayor dificultad y, sobre todo, de un sector público reducido pero eficaz, que no sea oneroso para los ciudadanos.

Sea como fuere, estos acuerdos en materia económica pactados entre los dos grandes partidos nacionales, y a pesar del (esperemos) transitorio ataque de celos de Albert Rivera por sentirse marginado de los mismos, tienen un indudable aspecto positivo de por sí: España, tras la incertidumbre de un año de un irresponsable bloqueo político felizmente superado, vuelve ahora a transmitir seguridad y estabilidad. Certeza que adquiere un valor especialmente elevado en estos tiempos políticamente convulsos de resultas del "Brexit", las dudas que despierta la próxima presidencia de Trump y la todavía latente amenaza de los populismos. El pragmatismo, el buen sentido y, por qué no, el sereno patriotismo de dos dirigentes políticos de altura como son Mariano Rajoy y Javier Fernández lo han hecho posible.

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