martes, 30 de agosto de 2016

DISCURSO DE GUANTE BLANCO, PERO FIRME

Un discurso de altura el de Mariano Rajoy en la sesión de su investidura como presidente del Gobierno, como cabe esperar de alguien con verdadero sentido de Estado. Empezó exponiendo las razones que le llevaron a aceptar el encargo del Rey, principalmente tres: España necesita urgentemente un Gobierno en pleno uso de sus funciones ante los retos pendientes, los españoles han optado mayoritariamente en las urnas, en dos ocasiones consecutivas y creciendo en votos y escaños, por el Partido Popular, y no hay alternativa viable a un Ejecutivo dirigido por él, a no ser que se construya una indigerible amalgama sostenida por ultras y separatistas.

A continuación, ha detallado las medidas contenidas en su programa político, con referencias a sus acuerdos con Ciudadanos y Coalición Canaria, y con especial incidencia en economía, empleo y regeneración democrática; a su vez, ha ofrecido pactos nacionales en materia de educación, pensiones y financiación autonómica; también resaltó la importancia de la lucha contra el terrorismo yihadista como básica para la defensa de la libertad y la democracia, así como la heroica labor de nuestros militares en tantos confines del mundo (reconocimiento que, harto lamentablemente por cierto, solo obtuvo los aplausos de la bancada del PP).

Después, llegaría la parte más vibrante de su alocución: su firme defensa de la nación española frente al desafío independentista del nacionalismo catalán, con atinadas glosas a la primera de nuestras Constituciones, la gloriosa y liberal "Pepa" de 1812, a partir de la cual, basándose precisamente en la unidad de España y la soberanía de la nación, los españoles "de ambos hemisferios" pasaron de ser súbditos del monarca a ciudadanos libres e iguales; mención que, como cabía esperar, ha irritado especialmente al conjunto de nacionalistas y separatistas presentes en la Cámara (incluido a un enfadidísimo Aitor Esteban, portavoz del PNV, sin duda en campaña), de los que, de esta forma, el propio Rajoy ha querido dejar meridianamente claro que ni busca ni desea ningún tipo de apoyo directo o indirecto.

Concluyó Rajoy con apelaciones directas a la otra gran fuerza política constitucionalista, esto es, al PSOE, para que, en esta situación excepcional para España, no impida la formación de un nuevo Ejecutivo; porque, además de que es obvio que "para que haya oposición, tiene que haber Gobierno", "no se me ocurre mayor daño a la democracia española que decir a los ciudadanos que su voto ha sido inútil en dos ocasiones y tener que repetir las elecciones generales por tercera vez": "¿o es que alguien aquí está pensando en convocar nuevamente a los españoles a las urnas? ¿Y cuántas veces estaría dispuesto a hacerlo?". Tras estas preguntas lanzadas, no al aire, sino al todavía líder del PSOE, finalizaba de esta guisa: "espero que, al final del debate, demostremos que hemos sido capaces de anteponer el interés de todos al interés particular y, en consecuencia, pueda salir de aquí el Gobierno que los españoles están esperando".

No resulta extraño que Pedro Sánchez, nada más terminar esta primera sesión de investidura, haya salido raudo del hemiciclo y sin atender a los medios de comunicación. Le hubiera sido muy difícil a "Mr. NoyNo" replicar rápida y espontáneamente a argumentos tan sólidos y contundentes. En suma, una intervención que, a la espera del verdadero debate de investidura que tendrá lugar a partir de mañana, cabe calificar de guante blanco, aunque con las dosis requeridas de claridad y firmeza.

lunes, 29 de agosto de 2016

CUANDO ESPAÑA ES PRESCINDIBLE PARA SÁNCHEZ

El pacto de investidura que, sin grandes alardes (puesto que, como se ha encargado de puntualizar el propio presidente Rajoy, no es comparable al de los Toros de Guisando), firmaron los portavoces de PP y Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, Rafael Hernando y Juan Carlos Girauta, se puede considerar en líneas generales positivo y saludable, ya que contempla reformas tan atinadas y oportunas, y además tan apegadas a la letra y al espíritu constitucionales, como que 12 de los 20 vocales del Consejo General del Poder Judicial sean elegidos por los propios jueces, o la elección directa de los alcaldes por los vecinos. Pero, sobre todo, se trata de un acuerdo que, contando con la anunciada adhesión de Coalición Canaria, garantiza el apoyo de 170 diputados a la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno: más que los 169 con los que presentó José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, que los 166 y 168 de Adolfo Suárez en 1977 y 1979 respectivamente... y, por supuesto, que los escasísimos 131 que consiguió aglutinar Pedro Sánchez en sus dos intentos (si se pueden definir así) de obtener la confianza de la Cámara.

170 escaños, esto es, situarse a solo seis de la mayoría absoluta, debería ser un argumento de peso; al que hay que sumar el hecho, nada desdeñable al menos en democracia, de que Rajoy, al contrario que Sánchez, comparecerá ante la sede de la soberanía nacional habiendo sido el candidato a la presidencia que más votos ha cosechado en las urnas, y de manera nítida. Pero ni los razonamientos políticos más contundentes, y ni tan siquiera el interés general de España, harán apearse del burro al empecinado "Míster No", que va a lo suyo: a resistir como líder del PSOE todo el tiempo que sea menester, y pese a que este corra en contra de España.

Cabe recordar que cuando Pedro Sánchez organizó aquella pantomima en el Congreso y pretendía hacernos creer a todos (Rey incluido) que podía reunir los apoyos necesarios para ser el nuevo jefe del Ejecutivo, llamó a Mariano Rajoy y este acudió raudo a reunirse con él, y sin que el entonces presidente de las Cortes, Patxi López, hubiese fijado todavía fecha para el debate de investidura. Pues bien: sin embargo, el estadista Sánchez ha estado semanas negándose tan siquiera a ponerse al teléfono cuando Rajoy intentaba contactar con él, bajo la peregrina coartada de que antes de dignarse a mantener cualquier reunión debía concretarse una fecha para la investidura. Una actitud ciertamente lamentable: porque no se trataba ya de guardar un mínimo de consideración y respeto al que sigue siendo presidente de todos los españoles, además de claro ganador de las elecciones generales y candidato propuesto por el Rey (argumento, por cierto, que en el PSOE de Sánchez utilizaban hasta la saciedad, incluso para justificar "trágalas" por los que debía pasar entonces el PP), sino simple y llanamente de tener educación. Eso sí: durante todo ese periodo de tiempo tuvimos la oportunidad de verle en revistas y periódicos, aunque luciendo palmito en bañador junto a su respetable esposa.

Hasta que, con el debate de investidura ya fijado y anunciado, y tras la confirmación del pacto entre PP y Ciudadanos, no tuvo más remedio que acudir a su rehuido encuentro con Mariano Rajoy. Tan a regañadientes que, tras cometer la heroicidad de "aguantar" 20 minutos con el todavía presidente en funciones, no tuvo empacho alguno en declarar a la prensa: "ha sido una reunión perfectamente prescindible". La respuesta de Rajoy no se hizo esperar: "el diálogo por España nunca es prescindible". Touché. Tras semejante "zasca", el estadista debería pensar en aumentar aun más las dimensiones de esa gran bandera nacional que se atreve a ponerse de fondo.

miércoles, 10 de agosto de 2016

170 PRÁCTICAMENTE SEGUROS

A no ser que concedamos la razón a quienes las han tachado de brindis al sol, de fútiles alardes de un supuesto celo "regenerador" utilizados solamente como justificación para levantar vetos tan contumaces como absurdos, las propuestas o "condiciones" presentadas por Albert Rivera para negociar el voto a favor de Ciudadanos a la investidura de Mariano Rajoy merecen ser debatidas y tratadas con el suficiente detenimiento. Así por ejemplo: ¿por qué pide ahora C's situar el límite de la dimisión en la mera imputación, y no en la apertura de juicio oral como se acordó en aquel "pacto de investidura" que firmó el mismo Rivera con Pedro Sánchez? ¿La comisión de investigación exigida, puesto que se circunscribe a la financiación del PP y no a la de los demás partidos, se convertirá en una coartada para convertir el poder legislativo en una especie de juzgado político-mediático con sentencias previamente decididas y redactadas, tal y como está ocurriendo por ejemplo en la Asamblea Regional de Murcia? ¿La supresión de los aforamientos, que en cualquier caso requeriría una reforma constitucional, y por tanto un acuerdo político más amplio, afectará solo a cargos representativos y/o políticos, o será general, por lo que implicaría también a jueces, magistrados y policías? 

Asimismo: ¿la limitación de mandatos es una medida "ad hoc" (o más bien "ad hominem"), o tiene una verdadera intención "regeneradora"? ¿Cómo se concreta esa reforma electoral que, de introducir todavía más proporcionalidad al sistema, no haría sino redundar en una inestabilidad política cuyas nefastas consecuencias, sin ir más lejos, estamos ahora sufriendo? En cuanto a la no concesión de indultos a condenados por corrupción política, no habría nada que alegar, dado que es una práctica hace años inexistente, ya que el mismo Gobierno de Rajoy se encargó de destarrarla de manera definitiva.

Se trata, en suma, de materias lo suficientemente complejas y delicadas como para tomárselas en serio y estudiarlas antes de dar un "plácet" precipitado. De ahí que Rajoy, como presidente del Partido Popular, haya visto la ocasión propicia para convocar a su Comité Ejecutivo Nacional, que tendrá la palabra al respecto. Es de suponer que quienes, entre vetos, negativas y largas, han dejado pasar más de un mes antes de allanarse a entablar negociaciones para formar Gobierno, no tendrán ahora impedimento alguno en esperar una semana.

Cabe reconocer en cualquier caso que, contempladas en su generalidad, son seis "condiciones" perfectamente asumibles, por mucho que, respecto de la tan mentada "regeneración política", quepa esperar que no se continúe aplicando una determinada vara de medir en Andalucía, por lo demás muy laxa, y otra distinta para el resto, Congreso de los Diputados y futuro Gobierno de la nación incluidos. Eso sí: se ha echado de menos una concreta "medida-estrella" propugnada por los "naranja" en campaña electoral: el cambio en el modo de elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, que sí sería verdaderamente "regeneradora" por cuanto garantizaría en mayor medida la independencia judicial. El tiempo dirá si se trata de una propuesta de reforma olvidada y abandonada... de nuevo.

Sea como fuere, puesto que de lo que se trata es de que tengamos por fin un Gobierno que empiece a tomar decisiones de enjundia en esta hora crítica para España, bienvenidas sean esas estipulaciones que, debidamente discutidas, concretadas y depuradas, han de llevar finalmente a un acuerdo de investidura. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que, de los 176 necesarios en primera vuelta, están ya prácticamente asegurados 170 diputados que votarán "sí" a la candidatura de Mariano Rajoy.

miércoles, 3 de agosto de 2016

LA LARGA CAMINATA, VIA CRUCIS PARA ESPAÑA

En pleno desafío separatista del nacionalismo catalán, a Pedro Sánchez, más estadista que nunca, no se le ocurre mejor argumento para sostener su contumaz bloqueo al ganador de las elecciones que instar a "las derechas" a que se pongan de acuerdo, porque, según proclama, "la izquierda no va a apoyar a la derecha". Vamos, que el todavía líder formal del socialismo español contempla la situación política nacional actual con tales cánones de normalidad que no considera necesario superar, siquiera por una vez, esa tradicional división puramente ideológica entre "izquierda" y "derecha" e incluso se permite sugerir a Mariano Rajoy que pacte con esa misma "derecha" nacionalista que persigue la independencia de Cataluña y la ruptura de la unidad de España. E insiste en que el PSOE "no va a apoyar aquello que quiere cambiar": ¿quizá por ejemplo la su tan denostada reforma laboral, para más inri el mismo día en que el antiguo Inem hacía público que el paro, tras su mayor recorte en un mes de julio desde 1997, se sitúa nada menos que a su nivel más bajo desde agosto de 2009?

Difícilmente cabe mayor irresponsabilidad, frivolidad, sectarismo y, sobre todo, desconexión con la realidad. Desde luego, si el estadista Sánchez continúa procediendo con tamaña ausencia de generosidad, patriotismo y altura de miras, terminaremos desembocando en unas terceras elecciones que sí se merecerían ciertos adalides del veto y del bloqueo, pero no una sociedad española que, harta de tener que volver a pronunciarse en coyuntura tan impresentable políticamente, muy posiblemente emitiría un veredicto todavía más inapelable y concluyente contra quienes se empeñan en no asimilar unos resultados electorales que les han sido cada vez más adversos e impedir la formación de un nuevo Gobierno que necesita urgentemente España y demandan los españoles.

Por su parte, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pese a que asegura mantenerse en la llamada abstención "técnica" en la segunda votación de la investidura de Rajoy, ha acordado con el candidato a la presidencia del Gobierno propuesto por el Rey abrir una vía de comunicación permanente entre PP y C's para alcanzar pactos en materia económica, fundamentalmente sobre el techo de gasto y los Presupuestos Generales del Estado, y para la defensa de la Constitución y la unidad de España: ciertamente, los retos más importantes y que cabe afrontar con la mayor urgencia, y en los que ambos partidos tienen amplias coincidencias. Y es que ya iba siendo hora de dejar atrás tacticismos cortoplacistas y vetos estériles y de ponerse a trabajar por el bien de España: parece ser que por fin se ha dado, en palabras del propio Rajoy, "el primer paso de una larga caminata", que habrá de conducir a que el voto en blanco de los "naranja" termine convirtiéndose en un "sí", y que con ello Rivera no desaproveche la ocasión para influir directamente o incluso formar parte de un Gobierno que implante esas reformas políticas, económicas e institucionales que propugna para España. Aunque a ese respecto cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿se atreverá a asumir el correspondiente desgaste?

Aun así, de llegar a buen puerto las negociaciones que se inician a partir de hoy, los 170 escaños que sumarían "las derechas" (Sánchez "dixit", que no "pixit") de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria (que cabe esperar que se sumaría al pacto) se quedarían todavía a seis de la mayoría absoluta, por lo que seguiría siendo necesaria la abstención de la "izquierda" del PSOE para que la investidura de Rajoy saliera adelante, y en segunda votación. Pero, por desgracia, el estadista Sánchez se mantiene incólume en su "no" dogmático y mezquino, y de momento no hay visos de que cambie su posición de bloqueo a un Gobierno sostenido por el partido y candidato vencedores en las urnas por segunda vez consecutiva. De no dar su brazo a torcer, la única alternativa que impediría la convocatoria de unas terceras elecciones sería, no la que llaman vía 179, sino la 175: que el PNV, "derecha" nacionalista pero pragmática y, al menos de momento, sin pretensiones separatistas, se incorporara al acuerdo y aportara finalmente sus cinco diputados. Pero en tal caso tendríamos que esperar a después del 25 de septiembre, fecha de las elecciones autonómicas vascas, y a que los "jeltzales" precisen del concurso del PP para conservar Ajuria Enea... Y todavía sería también necesario contar al menos con una abstención, la del diputado de Nueva Canaria Pedro Quevedo (que se presentó bajo las listas del PSOE), para que Rajoy saliera investido como presidente del Gobierno con el siguiente y ajustadísimo "marcador" del Congreso de los Diputados en segunda votación: 175 votos a favor, 174 en contra y 1 en blanco.

"Larga caminata" se presentaría en tal caso, desde luego. Demasiado larga: un auténtico "via crucis", cuyo principal responsable tendría nombre y apellidos: Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Los intereses de España, sus compromisos con la Unión Europa y hasta su preservación como nación no podrían esperar tantísimo. En realidad, tras nada menos que seis meses de estancamiento, no pueden esperar todavía más, pese a la cortedad de miras de alguien que, ensimismado en su mirada al ombligo, está sometiendo a España a un "via crucis" que no se merece.