lunes, 20 de junio de 2016

LA ENCRUCIJADA DEL 26-J: MODERACIÓN O RUPTURA

Que no nos engañen. El 26-J no nos limitaremos a elegir entre un Gobierno liberal-conservador y otro socialdemócrata, entre mayor o menor intervencionismo económico, entre poner más o menos énfasis en la libertad que en la igualdad bajo el respeto a unos principios básicos compartidos. Por primera vez desde la aprobación de nuestra Constitución en referéndum, nos veremos obligados a optar entre dos modelos políticos y de sociedad diametralmente opuestos: bien por la moderación, la estabilidad y el mantenimiento de una democracia parlamentaria representativa típicamente occidental y europea, basada como tal en los derechos y libertades individuales, el pluralismo social y político, el equilibrio de poderes, la propiedad privada y el Estado de Derecho; bien por un populismo de corte latinoamericano, asambleario y plebiscitario, un radicalismo uniformador y autoritario, cuando no totalitario, que persigue subyugar al individuo bajo unos intereses colectivistas que se presentan como superiores, sustituir el racionalismo legal por la visceralidad demagógica y, en suma, someter al poder político a las instituciones y a la más mínima iniciativa procedente de la sociedad. Grave disyuntiva que confirman las últimas encuestas electorales, que sitúan invariablamente a la coalición chavista-comunista entre Podemos e IU en segundo lugar tanto en votos como en escaños, y por tanto como alternativa al Partido Popular como fuerza política más votada.

Al atraerse al comunismo clásico del PCE, y de paso fagocitarlo, a Iglesias Turrión se le desmontaba el discurso de la supuesta 'transversalidad' de una formación política que, según juraba y perjuraba, trascendía de la tesis marxista de la lucha de clases y la tradicional división de bloques ideológicos entre derecha e izquierda. Aun así, inasequible al desaliento, pretende convencernos sobre todo en campaña de que él, que hace poco cantaba loas al comandante Chávez, es ahora un socialdemócrata a la sueca que convierte programas electorales en catálogos de Ikea; y que el espejo en el que se mira es Zapatero, ‘el mejor presidente de la democracia’, lo que no hace sino confirmar dónde reside la paternidad del surgimiento del populismo de extrema izquierda en España: en quien basó su ejecutoria política en la demagogia fácil y un sectarismo de tintes guerracivilistas.

Sin ir más lejos, aquella estrategia de ‘agit-prop’ generadora de ‘tensiones’ y enfrentamientos está teniendo perfecta continuación en los llamados ‘ayuntamientos del cambio (a peor)’; esto es, en los gobernados por Podemos y sus ‘confluencias’ gracias a los apoyos prestados por el PSOE de Pedro Sánchez. Cuando, con nulo rigor histórico e intransigencia a raudales, se borran del callejero nombres como los de Dalí, Pla o Mihura por ‘franquistas’, o se retira el busto del Rey Emérito don Juan Carlos, se pretende imponer una visión revanchista de la historia con el fin de boicotear la lograda reconciliación entre españoles y, de esta manera, desprestigiar una transición democrática ejemplar y surgida del consenso nacional. Porque cabe recordar una de las primeras promesas de los de Iglesias Turrión cuando irrumpieron en el panorama político: abrir ‘el candado del 78’, esto es, hacer tabla rasa de una Constitución que los españoles nos dimos en referéndum, pero que el ‘podemismo’ tacha de tutelada por el franquismo. Y de aquellos elogios, que todavía resuenan, del Mesías Iglesias a la ETA y la ‘izquierda abertzale’ en general por haber sabido apreciar el carácter ‘neofranquista’ del vigente régimen constitucional, pasamos al reciente proceso de blanqueamiento de un sujeto como el líder y delincuente etarra Otegui, recibido como ‘hombre de paz’ en el ayuntamiento de Barcelona por Ada Colau, ‘madrina’ de Podemos en Cataluña.

Esos mismos gobiernos municipales ‘podemitas’, que ponen todos los impedimentos habidos y por haber a inversiones que generen dinamismo económico y empleo, además de imponer tasas que penalizan el turismo, inciden en una concepción dirigista y asfixiante de la economía que el mismo programa electoral de Podemos, con sus propuestas de aumento del gasto público en 90.000 millones y de brutales subidas de impuestos, no oculta precisamente. Son fórmulas desincentivadoras inspiradas en aquellas que han llevado a la ruina a tantos rincones de Latinoamérica, otrora tierras de promisión, donde, en efecto, se ha alcanzado la ‘igualdad’, pero a costa de extender la miseria y hacer a todos igual de pobres y dependientes del Estado. Porque al populismo no le interesa gobernar a individuos que puedan valerse por sí mismos gracias a su laboriosidad y esfuerzo personal, sino a súbditos que necesiten de su dádiva y puedan, por tanto, controlar. Y no deberíamos consolarnos con que Bruselas termine embridando a un hipotético Gobierno de Iglesias Turrión, porque en el mejor de los casos acabaríamos como en Grecia: con corralito y recortes del 30% en pensiones y sueldos públicos. 

Tampoco le gusta al populismo que cada vez más ciudadanos libres y responsables puedan discutir las decisiones del poder político, y de ahí su empeño en imponer un modelo educativo único a las familias, lo que Podemos pone claramente de manifiesto al promover la eliminación de la enseñanza concertada. Y cuando Iglesias le exige a Sánchez hacerse con los resortes del Estado como condición para apoyar su investidura, y si Monedero anuncia sin ambages el control de la Policía, de la Guardia Civil y de la Justicia, es para, al modo del chavismo en Venezuela, construir un poder incontestable, erigir una verdadera ‘casta’ que tendría el camino expedito para generalizar e institucionalizar una corrupción que de esta forma, y al contrario por cierto que en la España de los años de Rajoy, no se perseguiría ni destaparía.

'La turbulencia de los demagogos derriba los gobiernos democráticos'. De esta forma nos lo advertía Aristóteles, el Estagirita, en su 'Política', nada menos que en el siglo IV a. C.: la democracia, como forma pura de gobierno del pueblo, corre el riesgo de degradarse, corromperse y convertirse en demagogia cuando se imponen los demagogos, los meros 'aduladores del pueblo'. A ello han contribuido una crisis económica especialmente grave y duradera que ha obligado a tomar medidas impopulares y, por qué no reconocerlo, la torpeza política de los partidos que podemos denominar ‘clásicos’; en especial la de un PSOE que, al conceder al populismo de ultraizquierda, no solo categoría de interlocutor y socio político, sino amplias parcelas de poder municipal, se ha dejado comer terreno electoral y, con ello, arrebatar la hegemonía de la izquierda.

Así, la postura del mismo PSOE tras el 26-J, posiblemente sin Pedro Sánchez dado su previsible batacazo en las urnas, va a ser una incógnita. La pregunta que cabe hacerse consiste en cuál de las dos ‘almas’ históricas del socialismo español se impondrá finalmente de cumplirse el vaticinio de las encuestas: la radical y frentista personificada en un Largo Caballero, que abogaría por construir una especie de Frente Popular con la extrema izquierda, o la moderada y conciliadora de un Besteiro, que facilitaría una ‘gran coalición’ o un Gobierno en minoría del PP como partido más votado. En cuanto a Ciudadanos, amén de haber mostrado claramente sus preferencias (por el PSOE de Sánchez) y sus vetos (a Rajoy, exhibiendo una obsesión digna de psicólogo), y de combinar una retórica antichavista con la participación en pactos anti-PP que incluyen a Podemos (como en Granada, Toledo y municipios y pedanías de Murcia), queda patente que apoyarle en las urnas sirve para dividir el voto moderado y constitucionalista y favorecer por tanto las expectativas electorales del populismo; máxime cuando en nada menos que 28 circunscripciones se quedaría sin representación. Así de claro: votar a lo que ciertas terminales mediáticas presentan como un sucedáneo del PP, más moderno y más ‘guay’, puede allanarle el camino a un Gobierno liderado por la ultraizquierda boliviariana.

Mariano Rajoy, en virtud de las reformas emprendidas, los resultados en términos de creación de empleo y la superación de una crisis económica sin precedentes en la historia reciente, que no deja de ser el principal reto que le encargaron los españoles en 2011, se ha hecho ya de por sí absoluto acreedor al apoyo mayoritario en las urnas. Además, el panorama político surgido del 20-D y que continúan señalando las encuestas, evidencia que no hay más voto útil de la moderación política que al Partido Popular, cuya victoria el 26-J debería ser más holgada que lo que pronostican los sondeos para, desde una posición de fuerza, evitar los vetos en la medida de lo posible y poder conformar un Gobierno mínimamente estable. En las manos del votante que abogue por la estabilidad política y económica, el reformismo y no la ruptura, la defensa de los principios y valores de la Constitución y la consolidación de la recuperación de la economía se encuentra resolver la encrucijada.

1 comentario:

csc dijo...

Bastante procedente la entrada del blog. Mucha gente debería reflexionar y darse cuenta de que es lo que nos jugamos en el fondo, dejar de votar con el estómago por ir contra los ricos o los corruptos y ver hasta donde podemos acabar llegando. Sudamérica es el punto final del viaje si entra Podemos en el gobierno (ya sea solo, acompañado o acompañando a Snchz)... Como primera etapa deberíamos fijarnos en lo que ha hecho Chiripas (Tsipras) en Grecia, donde se les llenaba la boca de Grexits, no pagar la deuda, etc. etc. etc. Al final el muy chulito de Burrofakis (Varoufakis) se las comió todas con patatas y lo echaron a patadas, a día de hoy Grecia NO se financia en los mercados de deuda, esta siendo rescatada con unas condiciones francamente duras, los recortes son importantes (nada que ver con lo nuestro) pensiones recortadas entre un 15 y un 25%, iva al 24 y subiendo, de huelga en huelga y tiro por que me toca.... un suma y sigue, que si la gente se pone las pilas y empieza a arrimar el hombro quizás consiga que salgan del hoyo, pero como no se pongan van a acabar mal no, peor.

Ese es nuestro ejemplo, y eso es lo que tendría que estar enseñando día sí y día también nuestra televisión pública, lo que tendría que estar enseñando el PP, Cs y el PSOE en sus campañas electorales. Que los inventos con gaseosa, y que ahora andamos mejorando, pero que si entra Podemos, es la muerte económica del país para una larga temporada. En Grecia cuando entró Chiripas llevaban unos meses de recuperación, en seis meses le dieron la vuelta a la tortilla, y ahora cuesta abajo y sin frenos.