sábado, 25 de junio de 2016

'BREXIT'. ¿Y QUÉ ESPERÁBAMOS?


Tras la conmoción general que en la política europea y en los mercados financieros ha supuesto el triunfo del 'Brexit', en el que se ha impuesto la idiosincrasia típicamente británica, y que de momento se ha llevado por delante al mismísimo Primer Ministro David Cameron, es momento de contemplar tamaño acontecimiento con la distancia y el sosiego del mayor tiempo transcurrido. Es más, me voy a permitir aportar un punto de optimismo que, por supuesto, trata de ser fundado: de la misma manera que el Reino Unido nunca ha llegado a estar del todo dentro de la Unión Europea (recordemos que, por ejemplo, no forma parte ni de la Unión Económica y Monetaria ni del Tratado de Schengen), mi pronóstico personal es que tampoco se irán del todo. No les conviene en primer lugar a unos británicos que, por mucho que hayan vuelto a demostrar que son 'muy suyos', históricamente se han caracterizado por su pragmatismo; y menos en estos tiempos, con un Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la UE en ciernes. El Gobierno británico se limitará a negociar condiciones comerciales y económicas para no imponer aranceles ni límites a la libre circulación de personas y mercancías y los partidarios del 'Brexit' presentarán el hipotético acuerdo como una claudicación de Bruselas. Al tiempo.

Mucho se ha escrito sobre las causas históricas, políticas, sociales y hasta geográficas (su condición insular) del tradicional desapego y hasta recelo británico hacia el resto del viejo continente. Pero lo cierto es que los proyectos de unidad económica, jurídica y política de Europa siempre han contado con los consabidos reparos procedentes de las Islas. Los argumentos que Margaret Thatcher, el entonces inevitable 'verso suelto' de las cumbres europeas, utilizaba para oponerse al Tratado de Maastricht, de donde nacería la actual Unión Europea, son aplicables al actual rechazo británico a la Europa de la gobernanza económica: sí a una Europa de valores liberales y democráticos compartidos, que promueva un mercado libre, abierto y competitivo; pero no a una unión política y económica que, además de menoscabar la soberanía británica, introduzca el intervencionismo económico y la burocracia. Postura tan tajante y determinante, 'marca de la casa', provocaría la división en el Partido Conservador y, a la larga, y al igual por cierto que hoy Cameron, su propia dimisión como Primera Ministro, pero el tiempo acabaría demostrando que era la que suscitaba la adhesión de la mayor parte de los británicos: de tal forma que ni Major, ni Blair, ni Brown, en teoría más abiertos al europeísmo, se atrevieron por ejemplo a dar el paso de integrar al Reino Unido en la Unión Económica y Monetaria.

Mucho se ha criticado a David Cameron por su empeño en convocar un referéndum que tenía todas las papeletas de perder y provocar con ello un terremoto en la Unión Europea, pero en realidad no ha tenido más remedio que atender una exigencia surgida de su propio partido, el Conservador; el cual, amén de encontrarse dividido de por sí en sus dos tradicionales 'almas' europeísta y antieuropeísta, pretendía de esta forma impedir que el populismo nacionalista de un Nigel Farage continuara comiéndole terreno electoral. El exalcalde de Londres, el peculiar Boris Johnson, ha aprovechado para plantearle un pulso a Cameron por el liderazgo del conservadurismo británico y ha terminado ganándole por la mano. Es verdad que un buen número de partidarios del 'Brexit' no se han recatado en hacer uso y abuso de una demagogia populista por desgracia tan en boga en estos tiempos de digestión de una grave crisis económica, pero la tendencia 'tory' del 'Leave' se ha limitado más bien a recoger el testigo de la que fue su célebre y carismática Primera Ministro, incansable defensora en los foros europeos del liberalismo económico y... de la soberanía y los intereses de unos británicos que tampoco se allanan ahora a que la que consideran 'burocracia de Bruselas' les imponga la política económica. 


Teniendo en cuenta semejante y verdadero 'hecho diferencial' británico respecto a la Europa continental, lo normal era que se impusiera el 'Brexit'. ¿Y qué esperábamos?

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