Que el estadista Sánchez se agarre ahora a 'viejas glorias' del socialismo español, o que presente con toda pompa y circunstancia a su Gobierno 'en la sombra' cuando muy difícilmente dispondrá de la más mínima libertad de manobria tras las elecciones, puede resultar ridículo, pero es atribuible al deseo desesperado de acaparar titulares ante un pacto electoral, el de Iglesias y Garzón, que le ha robado el protagonismo en el espacio electoral de las izquierdas. Ahora bien: que semejante sectario se atreva a emular la célebre fórmula de promesa
de Adolfo Suárez ('puedo prometer y prometo') no es sino un sacrilegio político. Si el Padre de la
Democracia Española hubiese adoptado la misma posición arrogante e
intransigente de este lidercillo de tan enana estatura política, no
hubiésemos tenido ni transición democrática ni casi 38 años de régimen
constitucional. Como ahora no tenemos nuevo Gobierno gracias a su empeño
en orillar a la fuerza política más votada por los españoles.
Tampoco el partido que todavía lidera, el PSOE, ostenta derecho moral alguno para reivindicar o incluso atribuirse el legado de Adolfo Suárez.
Porque mucho se ha comentado y escrito sobre la desestabilización de la
extrema derecha (que, afortunadamente minoritaria, anidaba en considerados entonces ‘poderes
fácticos’, como el Ejército), que, en aquellos difíciles y convulsos años de la transición, exigía soluciones drásticas ante la
intensidad del terrorismo, muy especialmente el etarra, y un supuesto
surgimiento del separatismo; a lo que se sumaba el descontento generado
por la legalización del PCE en el llamado 'Sábado Santo Rojo'.
Pero cabe recordar que fue el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra el que contribuiría en primera línea al
deterioro de la imagen del presidente Suárez; quien, por ejemplo, fue
calificado por el mencionado Guerra, entonces portavoz parlamentario socialista, como
‘tahúr del Mississippi’, amén de acusarle de albergar la oscura
intención de 'entrar en el
Congreso de los Diputados con el caballo de Pavía'. Tampoco dudaría el
Grupo Socialista en utilizar contra el Gobierno el ‘caso Arregui’ (la
muerte de un terrorista en extrañas circunstancias) y las mortales
intoxicaciones por el aceite de colza.
La moción de censura presentada
por el PSOE en el Congreso en 1980, movimiento político puramente propagandístico puesto que no tenía posibilidad alguna de salir adelante, fue otra significativa muestra de su táctica
basada en desprestigiar la figura de Adolfo Suárez; quien, acosado también, cierto es,
por las intrigas palaciegas en el seno de su propio partido, finalmente
dimitiría.
Por tanto, señor
Sánchez: un respeto a los grandes de la democracia, por favor. Y más
viniendo de usted.
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