Aunque al final tuvimos al tan cacareado minuto 'yugoslavo', cierto es. Eso sí, merecía tal calificación, no por asemejarse a uno de los típicos triunfos en el último segundo de aquella memorable Selección Yugoslava de baloncesto, sino porque, al tratarse de una propuesta de pacto apadrinada por la extrema izquierda, seguramente obtendría el visto bueno del mismísimo Josif Briz, alias 'Tito', padre de la fenecida República Federativa Socialista de Yugoslavia. Que, además, necesitaría el apoyo de los partidos independentistas, con lo que, de haberse concretado, el riesgo de 'balcanización' de España se hubiese acentuado todavía más.
En efecto, fue todo muy yugoslavo. Pero este último movimiento a la desesperada, la mejor guinda que se le podía poner a una ceremonia del engaño tan larga como grotesca, tampoco podía llegar a buen puerto por muchas ganas que le pusiera un Sánchez empeñado en hacernos comulgar con ruedas de molino. Afortunadamente, de Yugoslavia solo nos queda el recuerdo de genios del baloncesto como Drazen Petrovic.
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