Su pantomima con Albert Rivera ha obtenido un rechazo sin precedentes del
Congreso de los Diputados, pero el estadista Sánchez, el primer
candidato a la presidencia del Gobierno de la historia de la democracia
que ha fracasado por partida doble en su pretensión de ser investido,
continúa a piñón fijo: se niega ¡por 18ª vez! a hablar siquiera con el
líder del partido que ha obtenido el voto de más de 7 millones de
españoles y es primera fuerza política tanto en el Congreso como en el Senado,
donde cuenta además con mayoría absoluta. Pero no: según los antimarianismos de todo pelaje que se sitúan tanto a izquierda como a derecha, es Rajoy el que
'bloquea' la formación de un Gobierno; y es Rajoy, el ganador de las
elecciones generales, el que debería retirarse de la carrera, no el que
ha sufrido sendos descalabros monumentales y ciertamente históricos,
primero en las urnas y después ante la representación de la soberanía
nacional.
Por cierto, allá ciertos supuestos adalides de valores eternos que, llevados por rencores más o
menos inconfesables, contribuyen a dar pábulo a semejante estrategia
tramposa y suicida, que no tiene otro objetivo que intentar dividir y
destruir al Partido Popular; propósito al que se ha entregado el propio Rivera, quien, si pide que Rajoy se aparte no es,
obviamente, porque le ocupe y preocupe el beneficio del PP, sino, bien
al contrario, porque intenta de esta forma contribuir a provocar su
inestabilidad interna para continuar pescando en el río revuelto de su
electorado más afín. Y ya estamos comprobando estos días para qué
utiliza los votos que pueda captar del centro-derecha: para
identificarse plenamente con el PSOE y respaldar a su candidato, su
programa eminentemente socialista y su estrategia basada en aislar al
PP.
No solo eso: resulta que, o bien PSOE y Ciudadanos se presentaron a las elecciones
del 20-D en coalición y los españoles no nos enteramos, o bien ha
habido un movimiento de transfuguismo en masa de los 40 diputados del
partido de Rivera, de cuya decisión conjunta de afiliarse y pasarse con
armas y bagajes al PSOE no se nos ha informado todavía. Que Pedro
Sánchez, el estadista, aduzca ahora que esos 130 escaños, puesto que son
más que los 122 del PP, le confieren 'la legitimidad' para formar
Gobierno no es sino un argumento sostenido en un flagrante fraude. Cabe insistir en que él se presentó a las elecciones
generales bajo unas siglas, las del PSOE, con las que logró tan solo 5,5
millones de votos y 90 diputados frente a los 7,3 millones y 123
escaños del PP; que se apropie ahora de los tres millones y medio de
votos de un partido distinto y con el que no compartió ni una sola lista
electoral no es más que hacerse trampas en el solitario, por mucho que
su actual pareja política de hecho se lo permita en esa estrategia común
basada en hacernos comulgar a los españoles con ruedas de molino.
La legitimidad democrática para gobernar, señores Sánchez y Rivera, que
tanto monta monta tanto, reside en los resultados obtenidos en las
urnas, no en torcer las más básicas reglas de la democracia. De
todas formas, si las coincidencias son tantas y de lo que se trataba
era de unir fuerzas contra Rajoy y el PP, ¿por qué no se presentaron
juntos a las elecciones? ¿O acaso pretendían precisamente ocultar a los
españoles su verdadero objetivo común? Es más: para la próxima ocasión
en que los españoles sean llamados a las urnas deberían actuar con más
honestidad y presentarse en listas electorales conjuntas, para que todos
sepamos a qué atenernos a la hora de depositar el voto.
El mundo al
revés, o cómo subvertir los principios y usos más elementales de la
democracia para procurarte tu supervivencia política.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario