Artículo que me ha publicado hoy mismo el diario La Opinión de Murcia.
Los 'anticasta', los del partido de 'la
gente', los que no iban a entrar en 'repartos de sillones', no han
tenido empacho alguno en exhibir, y de qué manera, sus deseos de pisar
moqueta ya. Porque, claro, ven que la ocasión la pintan calva dado que
el aspirante Pedro Sánchez se
halla dispuesto a tragar carros y carretas con tal de llegar a La
Moncloa. Si ni la Constitución ni la soberanía nacional del pueblo
español ni la unidad de España parecen ser obstáculos (como dan a
entender sus 'manitas' con los independentistas catalanes), ¿por qué iba
a serlo que entren los amigos de la teocracia iraní y la tiranía
venezolana a dirigir ministerios del Gobierno de España? Y si, además de
esa gran vicepresidencia que se reserva el Mesías Iglesias
(con el CNI incluido, faltaría más), pueden controlar departamentos
'clave' para hacerse con los resortes del Estado como el de Interior o
el de Defensa, miel sobre hojuelas: ya enseñó Lenin
el camino de conquista del poder (lo que llaman 'tomar el cielo por
asalto') sin necesidad de ganar unas elecciones, que no deja de ser un
prejuicio típicamente burgués y liberal-demócrata. Además, se repetiría
la historia y la socialdemocracia ejercería un dignísimo papel de 'tonto
útil', calificativo que desde el punto de vista político le cuadra
perfectamente a su actual líder en España.
Pero tranquilos, que
Pedro Sánchez, todo un estadista, se encargó de dejar absolutamente
claro en una entrevista en Radio Nacional de España que en el PSOE (en
su PSOE) no son de líneas rojas, sino de 'firmes convicciones'. Tan es
así, cabría añadir, que lo mismo le da pactar, y al unísono, con la
ultraizquierda chavista de Podemos y su intervencionismo económico
asfixiante que con la 'derecha civilizada' (según definición suya) de
Ciudadanos y sus pretensiones 'neoliberales' (que luego demostrarían no
serlo tanto); buscar el acuerdo con un PNV que le exige las competencias
en materia penitenciaria (esto es, el control de los presos de la ETA)
que cederles senadores a los independentistas catalanes por si es
menester su apoyo en forma de abstención? Y tan seguro de sí mismo que
se viste de una forma u otra en función de si tiene o no previsto
encontrarse con su íntimamente admirado (y temido) Iglesias Turrión,
cuya sola presencia parece generarle unos complejos dignos de una tesis
psicológica. Antológica la fotografía de ambos en la gala de los Premios
Goya en su particular competición por aparentar ser más progre que
nadie? que ganó el chavista por la mano, claro.
Sí que hay que
reconocerle al estadista Sánchez una sola convicción, y muy firme: todo
es asumible menos hablar siquiera con el PP, por mucho que haya ganado
las elecciones generales y le haya sacado a él mismo 33 escaños y 1,7
millones de votos más? o quizá precisamente por eso. Porque, desde
luego, la corrupción no deja de ser una coartada farisea, dado lo que él
mismo tiene, por ejemplo, en Andalucía (cuya Junta, eternamente
socialista, sigue ostentando el record absoluto de mil imputados y 6.000
millones de euros defraudados) y en Galicia (con Gómez Besteiro, secretario general de los socialistas gallegos, y Abel Caballero,
alcalde de Vigo, mantenidos en sus cargos pese a sendas imputaciones),
además de las condenas a penas de cárcel en sentencia judicial firme de
alcaldesas socialistas en Jerez de La Frontera o localidades de
Extremadura; o del mismísimo Juan Pedro Hernández Moltó (el de «Mariano Rubio: míreme a la cara») por su delictuosa ejecutoria al frente de Caja Castilla-La Mancha.
Miremos ahora a la 'derecha' de Sánchez; la 'pactable', claro. De esta guisa se pronunció Albert Rivera
en noviembre de 2015, en plena precampaña electoral del 20-D: «No
entraremos en ningún Gobierno que no presidamos nosotros». Pues bien,
ahora, según se desprende de una entrevista en la SER, parece que está
dispuesto a envainársela, porque, quién sabe, igual no se va a ver en
otra. Y menos ante tamaña oportunidad de oro para hacerse con el que se
ha convertido en el puesto más codiciado por la llamada 'nueva
política', tan desinteresada y regeneradora ella: vicepresidente de un
Ejecutivo presidido por un Pedro Sánchez que aspira a manejar a su
antojo. Misma demanda, y misma intención, de Iglesias Turrión, mira por
dónde. La vicepresidencia del Gobierno es ahora el oscuro objeto del
deseo de quienes han venido a desterrar los deleznables hábitos de la
'vieja política'.
Pero, ay, el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos se
queda a nada menos que 46 escaños de la mayoría absoluta, por lo que
calificarlo de 'investidura' como hacen sus promotores, Sánchez y
Rivera, suena a monumental choteo a los españoles. ¿O acaso el 'cuento
de la lechera' de este pacto, cuyo programa económico, por cierto, es la
mar de intervencionista (¿en qué ha quedado el supuesto 'liberalismo'
de Ciudadanos?), daba por hecho en algún momento el apoyo o la
abstención del PP, pero sin contar para nada con él durante las
negociaciones, tras despreciarle y someterle a una humillación tras otra
y, para más inri, apelando a la 'responsabilidad' (ay, la derecha, tan
detestable pero siempre dispuesta a ser sensata) y a un 'patriotismo'
basado en permitir que alguien de tan escasa estatura política como
Pedro Sánchez presida el Gobierno de España (que, es cierto, ha
sobrevivido hasta a Zapatero), y
bajo el abracadabrante argumento de impedir que él mismo le entregue los
resortes del Estado a Iglesias Turrión y su panda de chavistas (algo
que, en cualquier caso, sería de su exclusiva responsabilidad y no del
PP que, por supuesto, votaría en contra de cualquier coalición que
incluyera a Podemos)?
Hombre, se puede ser ingenuo y 'pringao' a
más no poder, pero alcanzar tan altos niveles de imbecilidad y
papanatismo resulta harto difícil. Incluso en el PP, creánme. De ahí que
ZPedro arda ahora en deseos de volver a los brazos del Mesías. Que no
desespere España.
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