Los últimos acontecimientos vuelven a confirmar que hay imputados de
izquierdas e imputados de derechas: a los primeros, no es ya que sean
los únicos a los que se les aplica la presunción de inocencia mediática,
sino que incluso se les concede el privilegio de presentarse como víctimas de
oscuros contubernios; a los segundos, en cambio, se les
declara culpables de manera irremisible e inapelable, sin esperar a que
la Justicia dictamine tan siquiera si se les abre juicio oral. Por tanto, mientras que a estos últimos sí que les cuadraría el atributo de imputados, con todas las letras y connotaciones negativas y desprovistas de su originaria concepción como garantía del derecho de defensa, a los primeros, si acaso, el de algo así como 'imputadillos': imputados, pero solo un poquito y sin que apenas se note.
Y para muestra, dos, o más bien tres, botones. Cabe recordar la conmoción que produjera, sobre todo en los medios panfletarios de la extrema izquierda, la imputación de cierta heroína
de platós, tertulias y reportajes de revista, aquella musa de la ultraizquierda, aquella Savonarola roja que se
rasgaba las vestiduras mientras impartía lecciones de ética, aquella...
excompañerísima sentimentalísima (y aspirante a Primera Dama) del Mesías
Iglesias, que se permitía tachar de 'machista' a cualquiera que se
atreviera a preguntarle sobre su honestidad. Pero,
claro, ante semejante delito de lesa progrez, solo podía haber un
culpable: el PP, por supuesto, que cometió el pecado de presentar en sede judicial las correspondientes denuncias (cuando así procede un partido de izquierdas es siempre en aras de la justicia y la lucha contra la corrupción). La Sexta y José Miguel Monzón, una vez
recuperados del susto, bien que se encargaron de resaltarlo convenientemente.
Además, tras la última macrorredada policial en las provincias de Almería, Granada, Córdoba, Jaén, Málaga y Cádiz contra principalmente altos cargos de diferentes gobiernos socialistas de la Junta andaluza, más de uno se hacía la siguiente pregunta: ¿darán de sí los calabozos en Andalucía? Pero da igual: ya puede seguir
creciendo exponencialmente el número de detenidos e imputados por los
ERE falsos y casos aledaños, que el PSOE ha obtenido su redención sometiéndose a los sagrados y
purificadores designios del Mesías Iglesias. Gracias a sus pactos con
una extrema izquierda chavista contra la que, por cierto, ha llegado a bregar uno de sus líderes históricos en mismísimo suelo venezolano (el escaso tiempo que le dejaron), el PSOE ya
no es casta; si acaso, tonto útil.
Por cierto, qué escasísima repercusión mediática obtuvo semejante redada de detenciones; en cambio, si hubiese tenido lugar, por ejemplo, en
la Comunidad de Madrid, los telediarios de absolutamente todas las
cadenas hubiesen abierto en su momento con la noticia y con todo lujo de detalles... y la
izquierda política
y mediática hubiera puesto el grito en el cielo y, de paso, aprovechado para
exigir a Ciudadanos que se sumara al cordón sanitario contra el PP y dejara
gobernar a su Gabilondo. Eso sí, en Andalucía doña
Susana ha conseguido tener por fin el camino expedito para presidir la Junta... con
el apoyo de Ciudadanos. En fin, la doble vara de medir.
Y es que da la sensación de que los 'centristas' de Ciudadanos ('ni rojos ni azules') se adhieren a la referida distinción entre imputados e imputadillos cuando se muestran tan
condescientes con Susana Díaz en Andalucía, y en cambio intransigentes con Cristina Cifuentes en Madrid y Pedro Antonio Sánchez en Murcia; hasta el extremo de meterse en casa, o partido, ajeno, no solo cuando imponen el modo de elección de sus candidatos, sino incluso cuando piden de manera terminante 'cabezas' de cargos orgánicos o internos que han dejado de ser públicos. Sea como fuere, ha quedado patente que ciertas demandas supuestamente derivadas de pretensiones de limpieza
tienen mucho de pose: así, quizá pueda presentarse como una demostración de sentido de 'estabilidad' (más que de Estado) el hecho de garantizar la continuidad del régimen del PSOE en Andalucía, y para más inri
apoyando a una presidenta bajo cuya égida ha tenido lugar una
adjucación, la de la mina de Aznalcóllar, absolutamente escandalosa, y
con Chaves y Griñán, cuyas sendas dimisiones
eran antes condición inexcusable siquiera para 'ponerse al teléfono' (Rivera
'dixit'), todavía en sus escaños...; pero difícilmente como ejemplo de regeneración democrática.
En cualquier caso, siempre resulta mucho más edificante que un partido moderado y constitucionalista, aun con todas sus fallas, renuncios e incoherencias, ejerza de bisagra a que lo haga una organización antisistema y de extrema izquierda... a la que además, como consecuencia de unas coaliciones basadas en el frentismo puro y duro, se le conceda importantes parcelas de poder. Mientras unos, los de Albert Rivera, se han limitado a perder su virginidad política, trance por el que tarde o temprano tenían que pasar, otros, los de Pedro Sánchez, han emprendido una deriva irresponsable y suicida... a la que ojalá no terminen arrastrando a España.
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