martes, 10 de marzo de 2015

NO BASTA CON ILUMINAR AL REY

Será sin duda un día que pasará a los anales de la historia reciente de España, y uno de los más esperados en la vida de don Felipe de Borbón y Grecia: ya solo por ser partícipe de semejante acontecimiento que moverá los cimientos de Celtiberia merece la pena ser Rey. Muy pronto el Palacio de La Zarzuela tendrá el el impagable privilegio de recibir la visita del Excelentísimo Señor (todavía no es merecedor del tratamiento de Su Excelencia, pero todo se andará) don Pablo Iglesias Turrión, Gran Esperanza (con perdón) de los Desheredados de la Tierra, Nuevo, Intocable e Infalible Mesías de la Santa y Madre Izquierda, Azote y Martillo de Herejes de La Casta (de la ajena, no de la suya), Encarnación de la Buena Nueva Bolivariana y Gran Timonel de la Revolución contra el Candado del 78... Una vez agasajado con todos los honores, se situará frente a Su Majestad y le requerirá algo que ni a su venerado Fidel Castro se ha atrevido siquiera sugerir: 'es hora de que presente su candidatura a Jefe de Estado en unas elecciones'. Conminación que, bajo la salva de adhesiones, bravos y aplausos que concitará en el sufrido y maltratado pueblo (vulgo 'twitter'), a buen seguro dejará a Felipe VI absolutamente conmocionado, e incluso a la Reina doña Letizia pensando en hacer las maletas ante el empuje de cierta 'primera dama' dispuesta a quitarle el puesto. A partir de entonces, el régimen del 78 empezará a tener las horas contadas: 'tic, tac, tic, tac'.

Pero volvamos a la, en este caso, bendita realidad: antes de dictarle al Rey de España que se haga republicano de la noche a la mañana, el Nuevo, Intocable e Infalible Mesías de la Santa y Madre Izquierda debería esperar a ganar unas elecciones generales con una mayoría lo suficientemente holgada como para iniciar, o promover, la demolición del sistema constitucional que nos dimos todos tras un consenso nacional y político ejemplar. Así, a no ser que pretendiera imponer sus preceptos al modo de un Chávez, esto es, por las bravas (y que todos nos dejáramos), el procedimiento a seguir es el establecido en la Constitución todavía vigente a su pesar: concretamente en su artículo 168, que regula el supuesto de una revisión total de la Carta Magna o una parcial que afectara, entre otras materias, a la forma política del Estado español y a la misma Corona. Pues bien, tales propuestas de ruptura deberían contar con la aprobación de nada menos que la mayoría de los dos tercios de Congreso y Senado, para lo cual tendría que darse la circunstancia de que el partido de Pablo Iglesias II lograra en ambas Cámaras tamaña representatividad, o bien adhesión en ese punto concreto; pero aun así no estaría todo hecho, sino que el siguiente paso habría de ser disolver las Cortes, convocar elecciones generales y que las Cámaras surgidas de las mismas estudiaran y ratificaran el nuevo texto constitucional, también por mayoría de dos tercios: por tanto, el Mesías tendría que ganar dos veces consecutivas los comicios, y de manera lo suficientemente contundente como para aspirar a conseguir en el Congreso y el Senado las amplísimas mayorías exigidas... en ambas ocasiones.

Aun así, de alcanzar semejante proeza, tampoco terminaría todo: y es que la tan denostada (por supuestamente 'poco democrática') Constitución del 78 da en tal supuesto la última palabra a quien ostenta la soberanía nacional, que no es otro que el pueblo español, quien tendría que ratificar vía referéndum la hipotética eliminación del régimen de Monarquía constitucional. Por tanto, y como corresponde a una democracia nacida del consenso y la reconciliación, con vocación de permanencia y, por ello, resguardada de mayorías coyunturales que pretendan hacerla trizas, no basta con que el Mesías acuda a La Zarzuela a iluminar y convertir a Su Majestad, sino que debe apelar al electorado e imponerse donde es menester: en las urnas, y de manera tajante por cierto. Y de momento, que se sepa, no ha ganado nada. Tan siquiera ninguna de las muchas encuestas que se publican estos días, y que se suelen presentar como el Oráculo de Delfos, pronostica una victoria arrolladora de la ultraizquierda antisistema.

Así pues, al Mesías Iglesias le queda muchísimo camino por recorrer para intentar convencernos de que una República 'bolivariana' como la de su faro y benefactor venezolano sería mejor para España que la vigente Monarquía parlamentaria; y de que es preferible tener a un Chávez o a un Maduro como jefe de Estado y 'moderador' de las instituciones que a Felipe VI. Mucho ánimo, pues.

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