Es, sin duda, el principal mérito que puede apuntarse la gestión de Rajoy en su primer año al frente del Gobierno: haber evitado
el 'rescate total' de la economía española y el subsiguiente colapso.
Porque no está de más recordar que hace pocos meses se daba
por inminente e incluso muchos 'expertos' en economía, empresarios y sesudos
comentaristas políticos demandaban al presidente que diera de una vez el
paso de pedirlo, mientras otros empezaban a afilar los cuchillos a la
vez que anunciaban la venida del Apocalipsis. Sin embargo, el jefe del
Ejecutivo supo mantenerse firme e incólume y se ha acabado demostrando
que era perfectamente posible que la prima de riesgo bajara sin acudir
al oneroso auxilio de Bruselas. Y así ha sido, fundamentalmente porque
nuestra economía transmite ahora mayor confianza en sus posibilidades.
No
deja de llamar la atención que le reprochen a Rajoy que no cumpla su
programa aquellos mismos que no lo votaron, y que por tanto no
consideraron en su momento que fuera digno de adhesión; muchos de los
cuales seguramente ni se lo han leído. En cualquier caso, es verdad que
hay determinados puntos, como los referidos a la política fiscal, que no
solo no se están aplicando sino que han tomado un camino radicalmente
distinto; pero el propio Rajoy así lo ha reconocido y ha explicado por qué: el estado heredado de las cuentas públicas
ha sido incluso mucho peor de lo que se esperaba, porque en este aspecto
quienes mintieron categóricamente fueron el PSOE y su
Gobierno. De todas formas, quien creyera que era suficiente afrontar una
crisis económica tan grave con aplicar unos cuantos apósitos y sin tomar
decisiones impopulares y dolorosas, se equivocaba de medio a medio:
el enfermo estaba en la uvi, no precisamente en planta; había primero que reanimar y después llevar a cabo una operación de envergadura.
Por
supuesto que los programas electorales han de considerarse en democracia como un
contrato entre el candidato y el ciudadano; vamos, que no están, como dijo aquel célebre icono de la progresía,
para no cumplirlos. Pero también hay que entender que pueden surgir
realidades y situaciones que empujen a tomar decisiones distintas; por ejemplo, si el déficit es
sensiblemente mayor al declarado y, además de atender a pagos inmediatos, se ha de alcanzar determinados
objetivos sujetos a corto plazo, muy posiblemente no haya más
remedio que envianársela siquiera momentáneamente. De todas formas, en
este aspecto el Gobierno se ha comprometido a bajar los impuestos antes
de que termine la legislatura, y uno es particularmente partidario de
que se haga incluso antes.
Aunque tampoco es cierto que el PP no se haya atenido en nada a su programa: ahí están, por ejemplo, las
reformas laboral, financiera, en materia de comercio, transportes, sobre
la unidad de mercado, las medidas en materia de empleo y apoyo a las
pymes, la reforma en trámite de la Administración Local, las anunciadas liberalizaciones en sectores como el farmacéutico o el energético... Todo esto tan solo en el primer año de la legislatura, a lo largo de la cual ha de aplicarse. Si el
Gobierno de la democracia que más reformas (nos gusten o no) ha emprendido en menos tiempo se ha limitado, como algunos le reprochan, a 'parchear', qué cabría decir de los anteriores. En cualquier caso, los electores tendrán la
oportunidad en su momento de hacer balance sobre el grado de
cumplimiento del programa y los resultados de la gestión y manifestarse en
consecuencia ante las urnas.
Partiendo del hecho de que ser
siempre críticos con el poder político y el Gobierno de turno es una actitud conveniente y saludable en democracia, ello no obsta para que debamos reconocer también ciertos méritos cuando existen: y la realidad es
que el actual Ejecutivo del PP, con el imprescindible concurso de una sociedad española de nuevo a la altura de las circunstancias, ha evitado el rescate cuando se daba por
hecho. ¿Que solo lo ha aplazado? Obviamente, nadie es capaz de predecir con absoluta certeza lo que va a ocurrir
de aquí a unos dos o tres años; pero entre medias se ha intervenido a
Chipre y no se señala precisamente a España como el país con más
papeletas para ser el próximo.
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2 comentarios:
Pues me temo que usted y yo estemos casi solos en este análisis, hay también un cierto sector de liberales empeñado en ajustarle las cuentas cuando menos conviene...y luego los más "retros" que por contra graznan contra cualquier recorte o reforma del Estado del Bienestar (ahora resulta que se llevan todos estos a partir un piñón, ya veremos lo que dura ese idilio contra natura)
Por si no bastara con tener que soportar la izquierda asamblearia y antidemocrática que padecemos.
No deja de asistirle la razón, querida amiga; en cualquier caso, a uno no le importa en absoluto nadar contra corriente, sobre todo porque a estas alturas, por unas u otras causas, estoy sobradamente acostumbrado. De todas formas, el tiempo, que es ese juez insobornable que da y quita razones, pondrá a cada uno en su sitio.
Muchas gracias por sus comentarios.
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