De 177 países, España ocupa el puesto 46 en el prestigioso Índice de Libertad Económica que publica anualmente la Heritage
Foundation. Resulta significativo que en 2007, año del comienzo de las
turbulencias económicas, ostentara el lugar 28, y que a partir
de entonces haya descendido nada menos que 18 puestos. Lo que demuestra
que no se sale de la crisis con más intervencionismo y gasto público, señas de identidad del socialismo; al contrario: adoptando políticas de ese tenor más bien se ha facilitado su enquistamiento y el agravamiento de sus efectos. Por tanto, el Ejecutivo de Rajoy ha de profundizar y
ser todavía más audaz en las reformas liberalizadoras para devolver a
nuestra economía al sitio que le corresponde desde los Gobiernos de
Aznar, entre las más libres del mundo, y así superar en mejores
condiciones la crisis.
Queda una vez más patente que a la economía española le convienen menos corsés burocráticos y más libertad. Las reformas económicas liberalizadoras emprendidas hasta ahora, especialmente en materia laboral, financiera, comercial y de transportes, con ser básicas y representar un importante punto de partida, no son en absoluto suficientes. A este respecto, urge llevar a cabo las anunciadas liberalizaciones en el mercado eléctrico
(para hacerlo verdaderamente competitivo) y los colegios
profesionales (que ya está suscitando el esperado rechazo de determinados
intereses corporativos), la ley de garantía de unidad de mercado (que
hará posible, por ejemplo, que con una sola licencia se pueda operar en
todo el territorio nacional, algo que ahora, por increíble que parezca,
resulta materialmente imposible) y un plan de apoyo a los autonómos y
emprendedores en general (que, entre otras medidas, mejorará su
fiscalidad; actualmente, reconozcámoslo, en niveles casi
confiscatorios).
Sensible caída de la prima de riesgo, fin de
la fuga de capitales, aumento de las exportaciones, instalación de
multinacionales del automóvil en España, crecimiento del turismo,
saneamiento del sistema financiero, reducción del déficit fiscal
y estructural... Son algunos indicios de mejora de nuestra economía,
basados en datos macroeconómicos objetivos. A partir de aquí, y consiguiendo alejar
cada vez más el fantasma del rescate (duro o blando), hay que continuar incidiendo en las políticas liberalizadoras y de reducción del inmenso y burocrático aparato de las Administraciones Públicas. No hay otro camino.
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