martes, 18 de septiembre de 2012

ESPERANZA AGUIRRE, O EL ÉXITO DE LA POLÍTICA

Acababa de lograr Eurovegas para Madrid, esto es, para España, ante la consiguiente irritación de una progresía que, cuando se pone, a puritanismo no hay quien le gane; había vuelto a dar en la Asamblea Regional, durante el debate sobre el estado de la región, una soberana lección dialéctica a sus oponentes políticos, de nuevo escaldados y apabullados ante la brillantez y contundencia de sus argumentos; en la misma contienda parlamentaria, había anunciado la privatización de Telemadrid, una de sus más destacadas promesas electorales; e incluso hace pocas horas trascendió que acudiría al País Vasco para apoyar la campaña electoral del PP. ¿Quién iba ni tan siquiera a imaginarse, o a soñar si incluimos a sus más enconados adversarios, que fuera a dimitir tras llevar a cabo tan intensa actividad política? Puede dar la sensación de que, lejos de haber sido una decisión meditada, alguno de los 'acontecimientos' a los que ella ha hecho referencia y que ha calificado de 'personales' ha significado la gota que ha colmado el vaso, lo que le habría llevado a abandonar de forma abrupta la política. Sea como fuere, doña Esperanza Aguirre ha dejado hasta el mismísimo final su impronta de política de raza, y de ahí que no haya dudado en ejercer de presidenta de la Comunidad de Madrid hasta el último segundo. Y es que a ella, a lo largo de su ingente carrera política, solo le han movido su vocación de servicio público, su compromiso con sus electores y los ciudadanos en general y la adhesión a unos principios e ideales, los liberales.

Porque de ella no se puede afirmar que fuera una liberal de última hora, surgida, como en otros casos, al calor del 'viaje al centro liberal' del PP recién presidido por José María Aznar o del triunfo de las políticas económicas liberales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan (a los que, sin embargo, no dudaría en presentar posteriormente como ejemplos a seguir): desde muy joven perteneció al Club Liberal que presidía Pedro Schwartz, y ya en 1983 entraría en política al salir elegida concejal del Ayuntamiento de Madrid dentro de las listas de Coalición Popular, aunque como miembro del partido Unión Liberal. También llegaría a formar parte de la Ejecutiva del Partido Liberal de José Antonio Segurado (fusionado con Unión Liberal), hasta que  en 1987 decide ingresar en Alianza Popular, su partido a partir de entonces. Así pues, su acendrado liberalismo y su proverbial falta de complejos le hicieron defender desde el principio, y sin ambages, las ideas liberales, a sus más destacados divulgadores y a aquellos políticos que las llevaron a efecto con éxito: como ejemplos, levantaría ampollas un seminario sobre Hayek que ella misma impulsaría como concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid; y sus asesores se cansaron de recomendarle que no reconociera en público su admiración por la polémica Margaret Thatcher ('pues a mí me gusta', respondía ella; tanto como el calificativo de 'la Dama de Hierro española' con el que empezó a ser conocida en el ámbito nacional).

También demostró durante su ejecutoria política ser una mujer de principios y no limitarse a dejarse llevar por los vientos más favorables. Así, pese a que no disponía de los votos necesarios, no dudó en llevar al Congreso de los Diputados como Ministra de Educación y Cultura su proyecto de reforma del sistema educativo, asignatura todavía pendiente de nuestra democracia. Y ya como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, desoyó los 'cantos de sirena' que le aconsejaban 'amarrar' y apoyarse en la abstención de los tránsfugas del PSOE para empezar a gobernar: rechazó de plano tal posibilidad para que se convocaran nuevas elecciones autonómicas, que serían las primeras que ganaría por mayoría absoluta.

Debido fundamentalmente a sus arraigadas convicciones liberales que con tanta claridad manifestaba siempre que tenía ocasión, además de su habilidad dialéctica para atreverse a desenmascarar a las izquierdas y situarles ante sus propias miserias, se ganó la radical animadversión de toda la progresía política y mediática, que empezó a hacerla objeto de sus burlas, escarnios y más aceradas y burdas invectivas. Para más inri, a todo ello se unió su eficiente gestión como presidenta de la Comunidad de Madrid, cargo desde el cual tuvo la oportunidad de convertir sus ideas liberales en políticas concretas: a partir de entonces, esa aversión tornó sencillamente en odio; hasta el punto de que, sin lugar a dudas, de los políticos españoles más denigrados, agraviados y ultrajados en los últimos tiempos, Esperanza Aguirre ocupa el lugar más destacado, quizá solo superada, y por similares razones, por José María Aznar. Que se ponga en duda la superioridad moral y ética de la izquierda, puede pasar; pero que encima se demuestre con hechos, imperdonable. A este respecto, resultaba muy significativo que los sindicatos verticales del socialismo sacaran a sus 'liberados' a manifestarse siempre que doña Esperanza inauguraba un colegio o un hospital públicos; y es que había que desviar la atención acerca de una realidad incontestable: que nunca como durante su presidencia se construyeron tantos. Así pues, quedaba demostrado que las políticas 'neoliberales' de la señora Aguirre no solo no habían desmantelado la sanidad y la educación públicas, sino que las habían aumentado y mejorado. Y claro, eso era ya demasiado.

Encima, la Comunidad de Madrid despuntaba como la región más rica de España y llegaba a superar en renta per cápita a Cataluña; y ahora está soportando en mejores condiciones que ninguna otra los embates de la grave crisis actual, debido a las políticas de rigor en el gasto público y de apuesta por el dinamismo económico y la iniciativa empresarial. Esperanza Aguirre se convertía en todo un referente dentro del mismo PP, no solo en cuanto a gestión, sino también en resultados electorales (en este aspecto, detrás de Murcia); de tal forma que, al conseguir romper el mito del 'cinturón rojo', demostró que se podían ganar elecciones, e incluso arrasar, presentando un programa nítidamente liberal, sin necesidad de esconderse en la indefinición de una bruma pretendidamente 'centrista'. Y es que cuanto más la detestaban las izquierdas, más madrileños le concedían su voto.

Su carácter indomable y su costumbre, nada común en política, de llamar a las cosas por su nombre le han empujado incluso a expresar públicamente sus discrepancias con correligionarios suyos (son célebres sus desencuentros con Alberto Ruiz Gallardón cuando éste ostentaba la Alcaldía de Madrid), y en ocasiones también con la línea política de su mismo partido: aunque en no pocos casos ha logrado salir triunfante de la subsiguiente polémica generada, ya que muchas de sus propuestas políticas, por políticamente incorrectas que parecieran al principio, han acabo siendo adoptadas por el PP nacional. En este sentido, y con tal de encontrar una razón 'política' a su marcha, mucho se hablará y escribirá de sus últimos desacuerdos con medidas tomadas por el Gobierno de Rajoy, especialmente con la concesión del tercer grado al terrorista Bolinaga. Sin embargo, cabe dudar muy mucho de que ahí resida la verdadera causa de su dimisión, ya que, en primer lugar, sus desavenencias con el partido nunca le han impedido convivir en él, y ella siempre ha tenido en este aspecto la suficiente mano izquierda como para saber hacerlo; en segundo lugar, porque habrá que creer en alguien que, como ella, se ha conducido en su vida política con total claridad y sinceridad; y en tercer lugar, porque, en virtud de esa misma franqueza, habría reconocido las motivaciones políticas de su renuncia de haberlas habido. Por tanto, considero que hay que creerle cuando asegura que su retirada de la política se deben a circunstancias estrictamente personales, y por supuesto respetar una decisión que en ningún caso habrá sido fácil para una política de raza como es ella.

El Partido Popular y la política española en general han perdido a una líder sensacional, de extraordinaria valía y talla política. Consecuente con sus ideas y convicciones, mujer de principios, nos deja un magnífico legado: un sobresaliente ejemplo de que, por medio de la noble actividad política, es posible hacer de tus ideales el camino que lleve a más amplios espacios de libertad y a la mejora de la calidad de vida de tus conciudadanos. Esas ideas no son otras que aquellas que se fundamentan en la libertad individual, la economía de mercado y la mínima intromisión del Estado en las vidas privadas, y en ellas ha basado Esperanza Aguirre su actuación política hasta el final. Su éxito ha sido indiscutible. De ahí que, por méritos propios, ocupe un lugar de honor en la historia de nuestra democracia y sea ya una referencia del liberalismo español.

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