lunes, 2 de julio de 2012

SOY ESPAÑOL, ¿A QUÉ QUIERES QUE TE GANE?

El destino quiso que las dos naciones que salieron claramente triunfantes del Consejo Europeo de apenas dos días antes se encontraran en la final de la Eurocopa de fútbol. Y a Kiev, donde jamás debería haberse celebrado el evento (al menos mientras el dictatorial Gobierno ucraniano mantenga en prisión a la líder de la oposición política), se desplazaron quienes, al unísono, supieron jugar con habilidad sus bazas en Bruselas para llevarse el gato al agua: Mario Monti y Mariano Rajoy. Codo con codo en la cumbre europea, pero 'protocolariamente' separados en el palco de honor del encuentro, quizá para que cada uno pudiera exteriorizar libremente sus sentimientos sin llegar a poner en peligro una alianza que se está mostrando útil y fructífera. Bien ganada fama de comedidos tienen ambos, pero estando de por medio el fútbol, visceral válvula de escape de las pasiones más ocultas, nunca se sabe.

Finalmente, hasta cuatro veces cantó gol el presidente del Gobierno español por ninguna el Primer Ministro italiano, que se vio obligado a no alterar en ningún momento su proverbial impasibilidad (tan escasamente transalpina, por otra parte). Y es que en el terreno de juego no hubo más colores que el rojo y el azul oscuro de los uniformes que portaban los españoles, que se encargaron de propinar una lección de fútbol sublime a los (no lo olvidemos) cuatro veces campeones del mundo; a una Italia que, sin restarle méritos al imponente y brillante juego de nuestra Selección, sin parangón alguno en la actualidad futbolística, ha demostrado no ser ni mucho menos tan fiera como nos la pintaban, y muy a pesar de que nos quisieran hacer ver que un supuesto repudio del 'catenaccio' por parte de Prandelli, su actual seleccionador, convertían a nuestros hasta ahora sempiternos verdugos en todavía más temibles. Pero Italia sin 'catenaccio', su seña de identidad y en el que, guste o no, ha basado sus grandes éxitos futbolísticos, no es Italia.

En cualquier caso, esta soberana paliza (dentro de los más estrictos cánones deportivos) a una selección tan laureada como la italiana, además de rematar el saldo de las cuentas pendientes con quienes nos solían eliminar de manera casi siempre traumática, significa la gloriosa culminación de una gesta sin precedentes de una extraordinaria generación de futbolistas: nadie ha sido capaz de repetir título de Eurocopa tras ganar un Mundial. Incluso se quedó a las puertas de lograr tal proeza la todopoderosa Alemania Federal de los años 70, selección a la que España ha igualado en Eurocopas conquistadas. Pero, además de los tres campeonatos de Europa que ostenta, cabe también resaltar que nuestra Selección ocupa un nada desdeñable segundo lugar (tras Alemania, y a tan solo tres puntos) en el histórico de las fases finales merced a estos datos: de los 36 partidos jugados, 17 victorias, 11 empates y 8 derrotas, con 50 goles a favor y 32 en contra. Guarismos que demuestran que, antes de que los Casillas, Sergio Ramos, Xabi Alonso, Xavi, Iniesta, Silva, Cesc o Fernando Torres, bajo la batuta primero de Luis Aragonés y después de Vicente del Bosque, condujeran al fútbol español a las más altas cotas, ha habido pléyades de magníficos jugadores y entrenadores que han sabido mantener a nuestro fútbol en un lugar destacado en el panorama europeo (empezando por aquellos que ganaron en casa nuestro primer título, en 1964, y pasando por quienes disputaron ante la anfitriona Francia la final de 1984 apenas dos años después del fiasco del Mundial de España). Y que, por tanto, merecen un reconocimiento en estos nuevos tiempos de vino y rosas.

Triunfos deportivos de este tipo, de gran magnitud y amplia repercusión mediática en todo el mundo, amén de proporcionarnos alegrías que tanto se echan en falta últimamente y enorgullecernos como españoles, sirven para aumentar en cierto modo el prestigio de la 'marca España'; pero, desde luego, no para reducir la prima de riesgo, para lo cual, como ha quedado demostrado, se requieren a corto plazo acuerdos como el que se logró en el último Consejo Europeo, y a medio y largo plazo medidas y reformas que transmitan solvencia y confianza en nuestra economía. Eso sí, hemos vuelto a demostrar al mundo de lo que somos capaces cuando actuamos unidos y bajo las premisas del esfuerzo, la superación, el talento y la competitividad. Hemos de plantear también fuera del deporte, en el que, desde el 'efecto Barcelona 92', hemos conseguido ser potencia indiscutible, este reto en forma de pregunta: 'soy español, ¿a qué quieres que  te gane?' Siguiendo el ejemplo de nuestros campeonísimos, podremos superar cualquier obstáculo que se nos presente y salir reforzados.

No hay comentarios: