viernes, 20 de julio de 2012

IMAGINEMOS

Imaginemos que, tras manifestaciones (que, por cierto, no tuvieron lugar cuando el Gobierno socialista de Zapatero bajó el sueldo de los funcionarios un 5 por ciento y congeló las pensiones), algaradas, sabotajes e incluso alguna que otra declaración 'de guerra', el Gobierno se echara atrás y decidiera no suspender la paga extra de Navidad a los empleados públicos. Imaginemos que incluso la subida del IVA, medida sin duda nada beneficiosa para la economía pero exigida por quienes permitirán la recapitalización directa de la banca y la compra masiva de deuda española, dejara de tener efecto. Imaginemos que, ante las protestas de los empleados afectados, no se llevara finalmente a cabo la privatización de empresas públicas y la liberalización de los correspondientes sectores, como los del transporte. Imaginemos que, ya puestos a mantener determinados 'statu quo', tampoco se culminara la anunciada liberalización del comercio.

Imaginemos que, dado que se culpa casi en exclusiva a 'los políticos' (así, en general) de la persistencia de la crisis, nos limitáramos a recortar drásticamente sus sueldos, número de asesores, cargos electos y públicos, etc., hasta dejarlos en la mínima expresión o incluso a prácticamente cero; pero, eso sí, sin reducir en absolutamente nada más. E imaginemos también que se hiciera caso a nuestros benditos sindicatos burocráticos y a la izquierda ultra y, en consecuencia, convirtiéramos por arte de birlibirloque nuestro sistema democrático y constitucional en una especie de régimen plebiscitario (eso sí, a conveniencia) y sometiéramos a referéndum (que tampoco pidieron cuando gobernaba y recortaba el PSOE) los ajustes del Ejecutivo de Rajoy: en efecto, el resultado sería previsible y rotundo, aunque seguramente aun más abrumador si se consultara sobre la financiación vía subvención de esos mismos sindicatos proponentes de la convocatoria. Imaginemos, imaginemos...

Claro está que no nos situaríamos a las puertas de la felicidad, pero, al menos, ¿llegaría la calma? ¿Escamparía? ¿Empezarían a solucionarse por sí solos los problemas que nos embargan? Nada más lejos de la realidad: en el mejor de los casos, y ante la inevitable visita de los temidos 'men in black' de Bruselas, quienes se indignan por la supresión de una paga extra acabarían viendo reducido su sueldo entre un 30 o un 40% (como en Portugal y Grecia), cuando no directamente en la calle muchos de ellos; y en el peor de los casos, es decir, si nos dejaran caer, terminarían comprobando que no se les ingresa las nóminas a fin de mes. Del purgatorio pasaríamos directamente al infierno, valga la metáfora. Entonces, Atenas, sí, en el horizonte. ¿Nos lo mereceríamos?

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