miércoles, 11 de julio de 2012

AHORA SÍ, VA EN SERIO



Ciertamente, su Gobierno había levantado el pie del acelerador de las políticas de ajuste y las reformas económicas; pero, una vez conseguido en Bruselas lo que pretendía, tiempo (mayor plazo para cumplir los objetivos de déficit) y oxígeno (recapitalización directa de la banca y compra masiva de deuda), el presidente del Ejecutivo ha vuelto a pisar el pedal, en este caso a fondo, para conducir el vehículo a la velocidad necesaria, que es mucha. El catálogo de medidas anunciadas por Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados, unas dirigidas a reducir drásticamente el gasto público (se calcula que 65.000 millones en dos años), otras a reactivar la economía a medio y largo plazo, es, independientemente de la opinión que nos merezca cada una de ellas, completo, ambicioso y audaz. Y, desde luego, no se quedará ahí, porque todavía resta mucho margen para seguir disminuyendo el gasto y liberalizar la economía. Ahora sí, la cosa va en serio.

Dentro de las medidas más impopulares, destaca la decisión de subir el IVA (en tres puntos el tipo general y en dos el reducido), en contra, como ha reconocido el propio presidente, de sus compromisos electorales. Por desgracia, el Gobierno no podía hacer caso omiso a las recomendaciones (más bien, directrices en este caso) de quienes van a permitir la recapitalización directa de nuestra banca y facilitar la compra de deuda española, el FMI y la UE; se trata con ello de evitar un mal mayor, ya que la prima de riesgo seguiría incrementándose a niveles insoportables y desembocaríamos en la intervención, ya sin matices, de nuestra economía (y en el hundimiento del euro a medio o largo plazo). Desde luego, este incremento del IVA no va a beneficiar al consumo y, como toda subida de impuestos, supondrá un perjuicio para la economía. Si bien, por otra parte, se flexibiliza el mercado laboral y se facilita la contratación (gracias a la reforma laboral emprendida), se reducirán las cotizaciones sociales, se reformará el sector energético, se liberalizará y privatizará los sectores ferroviario, aeropuertuario y portuario, se reducirá la burocracia en la creación de empresas, se propiciará la unidad de mercado y se eliminarán barreras en el sector servicios; medidas liberalizadoras incluidas dentro de ese mismo paquete, que compensarán en cierta manera el menoscabo provocado y contribuirán a la reactivación de la economía.

En el apartado de disminución del gasto, a los funcionarios y empleados públicos en general se les somete a un nuevo sacrificio al quedar suspendida la paga extra de Navidad y limitar los días de libre disposición, los llamados moscosos. A este respecto, ya no queda margen para apretarse (todavía más) el cinturón, pero también se debe tener presente que hay quienes ni siquiera tienen correa que ceñirse, sencillamente porque están en el paro. Y es que no queda otra que reducir drásticamente el gasto público, ya que la deuda y el déficit han alcanzado proporciones inasumibles y se han convertido en una pesada herencia que tendrán que afrontar las próximas generaciones, además de suponer un lastre para la actividad económica y la misma creación de empleo.

Aunque, en este sentido, los altos cargos y dirigentes políticos han de dar cumplido ejemplo: además de por supuesto también eliminar su paga extra, bajarse sus sueldos. Y, dentro de la tan necesaria reordenación y reducción de las dimensiones de la Administración Pública, disminuir considerablemente su presencia: así, reducir en un 30% el número de concejales y fijar por ley las retribuciones de alcaldes y ediles son medidas oportunas que deberán imitar las Comunidades Autónomas. En este ámbito, en el regional, es donde han de llevarse a cabo los más contundentes recortes del gasto: especialmente, privatizando o eliminando la práctica totalidad de las empresas públicas, evitando duplicidades competenciales con otras Administraciones y dejando en la mínima expresión a los empleados públicos que no lo sean por oposición. Medidas que necesariamente también habrá que tomar, y a ello ha de conminar el Gobierno.

En cualquier caso, decisiones que en buena parte no son ni mucho menos plato de gusto político y electoral por su evidente impopularidad, pero absolutamente imprescindibles si queremos reducir el galopante déficit público y poner las bases para que la tan ansiada reactivación económica empiece a ser un hecho. No hay otra solución que transitar por tan difícil camino: quien tuviera la impresión de que todo iba a resolverse pegando un par de apósitos y no interviniendo con una cirugía completa y profunda, se equivocaba de medio a medio. Tan sumamente grave es la situación de nuestras cuentas públicas y de nuestra todavía comatosa economía.

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