lunes, 14 de mayo de 2012

EL FAROL DEL 15-M

El conocido como movimiento 15-M ha pretendido celebrar su aniversario tomando de nuevo las calles, si bien sus manifestaciones, algaradas y concentraciones se han saldado esta vez con un completo fracaso. Recordemos que semejante sedición, astrosa amén de perrofláutica, surgió, y no precisamente por casualidad, justo una semana antes de las últimas elecciones municipales y autonómicas; esto es, cuando estaba a punto de empezar a producirse, de manera escalonada pero contundente, la pérdida del poder político por parte de la izquierda: como reacción desesperada, y siendo fiel a su tradición golpista, parte de ella decidió echarse a la calle; ante la aquiescencia, o más bien el respaldo entusiasta, del socialismo 'institucional', deseoso de pescar en río revuelto. Pero se ha puesto claramente de manifiesto que cuando a la 'indignación' ultra se le impide la ocupación por las bravas del espacio público, algo que le permitió vergonzosamente el anterior Gobierno socialista, se queda en absolutamente nada. Porque esta vez la Policía, bajo el mando del actual Ejecutivo, sí ha desempeñado el papel que cabe exigirle en un Estado de Derecho: garantizar el cumplimiento de la ley y el orden público y, por ende, los derechos y libertades de todos los ciudadanos.

El amplio dispositivo policial desplegado ha sido quizá el mejor elemento de disuasión que ha propiciado ese comportamiento 'cívico' de los manifestantes que ahora nos tratan de vender desde determinados ámbitos mediáticos; aunque cabe preguntarse si se hubiese utilizado semejante calificativo en el supuesto de que, por ejemplo, en alguna de las masivas movilizaciones que tuvieron lugar en la primera legislatura de Zapatero (contra el aborto, contra la negociación con la ETA, contra Educación para la Ciudadanía) hubiese habido la más mínima detención. En cualquier caso, que haya logrado suscitar tantas simpatías fuera de la izquierda una rebelión antisistema que, además de ocupar las calles de manera coactiva e ilegal y provocando graves perjuicios en los derechos de los demás, se distingue por sus proclamas en contra del libre mercado, pide incluso más intervencionismo del Estado (es decir, de los mismos políticos que supuestamente denigran) y pone en duda la legitimidad del sistema democrático (ponerle apellidos a la democracia es propio de los totalitarismos: la 'orgánica' del franquismo o la 'popular' del leninismo son buenos ejemplos), se debe fundamentalmente a la transmisión de los hechos por parte de la inmensa mayoría de los medios (incluso muchos afines a la derecha), que lo presentaron desde el principio como un movimiento lleno de romanticismo y benignas intenciones. 

Ya el año anterior, conforme los sediciosos, envalentonados, iban sentando sus reales en la vía pública, acabaron mostrando su auténtica cara intolerante y violenta, incluidas amenazas y coacciones a periodistas, comerciantes y transeúntes. Ahora, desactivadas las verdaderas intenciones del movimiento (volver a acampar en la vía urbana y ocupar el espacio público para imponer una vía 'revolucionaria' de hecho), se ha demostrado que el 15-M, lejos de ser reflejo de un sentir mayoritario en la sociedad, no es más que un 'bluff', un farol, puro alarde del típico 'agit-prop' izquierdista. Rotundo fiasco que representa a su vez el triunfo de la democracia, del imperio de la ley y de nuestro sistema político parlamentario.

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