jueves, 16 de febrero de 2012

EL GORILA RABIA



Si en la maltratada sociedad venezolana hay sin embargo espacios que los tentáculos del totalitarismo chavista han sido incapaces de invadir, se debe principalmente a la heroica resistencia de la que el propio dictador define despectivamente como 'burguesía nacional'. Es decir, aquellas clases medias prósperas, independientes y laboriosas que jamás han sucumbido a los cantos de sirena del populismo, o que si alguna vez lo hicieron no tardaron en darse cuenta de la verdadera cara de quien en su momento se presentó como el providencial salvador de la patria frente a las corruptas oligarquías. Porque, harto significativamente, los grandes enemigos del pueblo ya no son aquellas corporaciones chupópteras que empobrecían a los venezolanos, ahora propiedad del déspota; ha pasado a ostentar tal honor esa misma burguesía a la que, por no allanarse a sus cacicadas y tropelías, dedica sus peores improperios a la vez que persigue.

Y es que el Gorila está que rabia. Solo faltaba que la oposición democrática, que por fin ha enterrado pasadas controversias internas, le diera una nueva y soberana lección, no solo a él mismo, sino al mundo entero celebrando unas impecables y modélicas elecciones primarias para designar a su candidato. Y una nítida mayoría de los ciudadanos venezolanos que, haciendo uso de su libertad y compromiso con la derrota de la tiranía, acudieron a las urnas de la Mesa de la Unidad Democrática ha optado por Hernesto Capriles; actual gobernador del Estado de Miranda y perteneciente a Primero Justicia, partido de centro-derecha, su discurso integrador incide en la conveniencia de orillar divisiones entre izquierdas y derechas ante la urgencia de acabar con la opresión chavista. Todo lo contrario que el sátrapa, al que le ha faltado tiempo para zaherir a su rival echando mano, como nos tiene acostumbrados el personaje, de los más rancios eslóganes de la izquierda ultramontana. Aunque quizá acierte cuando intenta descalificar a Capriles tachándole de candidato del 'Imperio yanqui'; al menos, sí debería serlo, como de cualquier demócrata que, como tal, desee que Venezuela recupere de una vez las libertades. Porque hoy encarna la única esperanza.

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