viernes, 21 de diciembre de 2012

FALLA LA PATA DE LA IZQUIERDA

La estabilidad política e institucional de las democracias consolidadas no sería posible si los dos grandes partidos que se alternan en el poder no compartieran unos valores fundamentales sobre los que edificar el sistema democrático y de libertades. De tal forma que, salvando las distancias y peculiaridades de los distintos países y regímenes políticos, republicanos y demócratas en Estados Unidos, conservadores y laboristas en Gran Bretaña, neogaullistas y socialistas en Francia, democristianos y socialdemócratas en Alemania, se caracterizan, como debe ser en un sistema de pluralismo político, por sus diferencias ideológicas en materia política, social y económica; pero, a su vez, por compartir unos principios generales basados en la defensa de los derechos constitucionalmente reconocidos, el respeto a las leyes, las instituciones democráticas y las reglas de juego establecidas y, por encima de todo, la unidad de la nación, en la que la soberanía, de donde procede la misma representación política, se asienta.

Y así debería ser en España si las dos mayores fuerzas políticas, que además aglutinan a alrededor del 80 por ciento del voto nacional, tuvieran igualmente claro que nación y Constitución son los fundamentos que cabe defender y garantizar en primer lugar y sin ambages. Pero, ay, aquí falla la pata de la izquierda. Se podría hacer incluso abstracción de la tradición golpista y de desacatamiento de las instituciones y las leyes por parte del PSOE, especialmente acentuada cada vez que pierde el poder (por ejemplo, su rebelión en 1934 contra la misma República que contribuyó a erigir), y de ahí sus 'tics' antisistema que todavía muestra; ya que, bajo el hiperliderazgo de Felipe González, daba la impresión de que el socialismo español sí desempeñaba de hecho un papel de garante de la estabilidad del sistema constitucional (pese a que su proyecto consistía más bien en convertir al español en un régimen 'a la mexicana', en el que el PSOE ejerciera el poder omnímodo del PRI en México). Hasta que, tras el interregno Almunia-Borrell, llegaría Zapatero para identificar al PSOE con los nacionalismos (con tal de aislar al PP para llevar a cabo una especie de 'segunda transición' que le permitiera su permanencia en el poder), adquirir compromisos tan irresponsables como 'aprobar' el Estatut que salga del Parlamento de Cataluña e, incluso como presidente del Gobierno, tachar de 'discutida y discutible' a la mismísima nación española.

De tales polvos, estos lodos: el mismo día que el socialismo vasco apoya a los proetarras de Bildu en la Diputación de Guipúzcoa, Pere Navarro, el líder del PSC (que no deja de ser el PSOE catalán), muestra su disposición a allanar al nuevo y esperpéntico Gobierno CiU-ERC su pretensión de convocar un referéndum sobre la independencia de Cataluña. Los ya tradicionales complejos de la izquierda ante el nacionalismo y la falta de identidad nacional del PSOE sin duda han contribuido a dar paso tan incomprensible e insensato. Desde luego, si el socialismo español decide dejar solo al PP en la defensa de la Constitución y la unidad de España, su responsabilidad por omisión en los desvaríos y desmanes que puedan acabar cometiendo los separatistas será indiscutible. Y ciertamente histórica.

martes, 18 de diciembre de 2012

LIBERTAD, SIEMPRE CON RESPONSABILIDAD

"Crecí en el sur, con armas por todas partes y nunca disparé a nadie. Este es un tema sobre gente a la que no se le ha enseñado sobre el valor de la vida". Es la respuesta de Samuel L. Jackson a quienes en Estados Unidos demandan una mayor restricción de acceso a las armas, al albur de la matanza en una escuela primaria de Newtown, en Connecticut. El actor, conocido por sus papeles en películas como 'Pulp Fiction' o 'Django', pone así el acento en la educación y transmisión de principios y valores por parte de las familias como medio más idóneo y efectivo que el control de armas para evitar este tipo de tragedias; aspecto que precisamente en el caso del autor de la masacre, Adam Lanza, parece haber fallado estrepitosamente.

Y es que nunca se insistirá lo suficiente en que la responsabilidad es la otra e inseparable cara de la libertad individual. Si no partimos de tal premisa y en cambio perseguimos una seguridad absoluta que en cualquier caso es imposible de conseguir, sacrifiquemos nuestros derechos individuales y que el Estado se ocupe de todos nuestros avatares y devenires desde la cuna a la sepultura; y que, por ejemplo, no nos permita ni tan siquiera poseer instrumentos cortantes, como cuchillos, que puedan utilizarse para atacar la integridad física de los demás. Aun así, desprovistos de cualquier defensa que no proceda del Gran Hermano, nos encontraríamos todavía más a merced de cualquier desequilibrado o violento con impulsos asesinos. Entonces sí que garantizaríamos la ley del más fuerte. Porque nada hay más parecido al salvaje Oeste que el hecho de que las armas solo estén en posesión de los criminales que estén dispuestos a adquirirlas en el mercado negro, y en cambio a las personas de bien se les impida tenerlas.

Los que respaldamos el derecho del individuo a defender su integridad física, sus propiedades y su familia, lo que incluye el de poseer armas siempre y cuando se haga un uso responsable de ellas (condición indispensable para el ejercicio de la libertad en general), solemos ser presentados sobre todo en Europa como unos locos o malvados porque poco menos que no nos preocupa que personas, incluidos niños, pierdan la vida a manos de desequilibrados o asesinos. Aunque se podría dar muy fácilmente la vuelta a argumento tan asquerosamente demagógico: quienes no creen en la libertad del individuo para disponer de medios para defenderse, por ejemplo un padre de familia para garantizar la vida de sus hijos, pueden dar la impresión de que prefieren que los maleantes se salgan siempre con la suya y roben y asesinen a placer. Porque siempre se saca a relucir la permisiva legislación en materia de posesión de armas cuando hay una masacre de este tipo en Estados Unidos (nunca cuando tienen lugar en Europa), pero cabe también aducir la cantidad de vidas que se salvarían o hubiesen salvado si a las personas o familias de bien se les permitiera tener instrumentos de defensa en sus hogares.

Si el mal reside en la libertad, por supuesto regulada, de poseer armas, ¿entonces cómo es posible que se produjera en su momento la horrible matanza de Breivik en Noruega? En ambos casos, un desequilibrado se hizo con un arma y la emprendió a tiros contra todo bicho viviente... Y muy a pesar de las diferencias en cuanto a legislación en materia de armas e incluso de aquello que se ha dado en llamar 'modelos de sociedad': ya se sabe, la 'American way of life', tan bárbara y dada a la violencia, frente a la civilizada y pacífica Europa (que en nuestro continente hayamos albergado los peores totalitarismos y se hayan iniciado las guerras más cruentas son sin duda anécdotas sin importancia).

Precisamente en la defensa de uno mismo como individuo, de su integridad física y de sus propiedades (vida, libertad y propiedad, los derechos individuales fundamentales desde Locke), se basa el derecho a portar armas que reconoce la segunda enmienda de la Constitución de los Estados Unidos; aunque posiblemente los padres de la Carta Magna escrita más antigua del mundo y quienes concretamente inspiraron este añadido, John Madison y Alexander Hamilton, fueran unos bárbaros sin remedio, quién sabe. Ojalá cualquier prohibición o 'modelo de sociedad' determinado propiciaran que todos nos convirtiéramos en buenos y benéficos y no fuera necesario ese medio de defensa personal, pero tanto la realidad como la misma condición humana son bastante menos idílicas.

viernes, 7 de diciembre de 2012

'MÉS QUE UN CLUB'

¿Hubiera sido imaginable que la directiva del Real Madrid hubiese respondido al órdago separatista de Mas haciendo pública su 'enérgica' defensa de la unidad de España, país del que durante tantos años llegó a ser el mejor embajador? Desde luego que no; aunque de haber tenido lugar hecho tan inédito, las protestas procedentes de Cataluña ante semejante utilización del club madridista en favor de los intereses del 'centralismo político y económico' hubiesen sido constantes y contundentes. Pero, en efecto, el F.C. Barcelona, prácticamente tan laureado, conocido y admirado en todo el mundo y con casi tantísimos seguidores e hinchas de toda España como su eterno rival, siempre ha presumido de ser 'més que un club'; hasta el punto de permitirse hacer política una vez más al servicio del poder establecido, es decir, del nacionalismo y el separatismo catalanes (valga la redundancia).

La naturaleza liberticida y totalizadora del nacionalismo queda de nuevo plasmada cuando rechaza sin ambages un derecho fundamental como es la libre elección de la lengua vehicular en la enseñanza y, además, el mero hecho de garantizarlo lo presenta como un ataque sin precedentes al catalán, como si su defensa y promoción solo fuese posible por medio de la imposición, que es básicamente en lo que consisten las llamadas políticas de 'inmersión lingüística'. Y también cuando se conmina a instituciones que, por su propia condición, deberían caracterizarse por su asepsia política, a que se sumen a determinadas campañas cuando el poder toca a rebato. Sabido es que la utilización política y propagandística de clubs y acontecimientos deportivos, e incluso de la imagen de los mismos deportistas, era una de las señas de identidad de los regímenes totalitarios, desde la Alemania nazi y sus exitosas Olimpiadas de Berlín hasta la URSS y sus atletas, que dominaban los medalleros olímpicos para mayor gloria del faro del proletariado mundial. En el caso concreto del Barça, ya llueve sobre mojado: no hace mucho que el Camp Nou, a propósito de la última visita del Real Madrid, acogió con sumo gusto una exhibición totalitaria de simbología nacionalista, propia de la Alemania de los años 30.

Y puesto que la adhesión se hace a ciegas, hay quienes sencillamente caen en el ridículo. Haciendo abstracción del ya célebre 'tweet' de 'Tarzán' Puyol, quien, pese a ser internacional español y campeón de Europa y del mundo (con España), parece abogar por que no se garantice la enseñanza en español, Leo Messi ha demostrado que su inigualable pericia con el balón en los pies es inversamente proporcional a su nivel de información: así, cuando afirma 'lo último que escuché fue lo de la educación, lo de querer sacar el catalán...', reconoce, en efecto, que opina de oídas, por lo que no resulta extraño que parta de una premisa falsa: que se pretende eliminar el catalán de las aulas, cuando el borrador de la ley de reforma educativa especifica que, independientemente de la lengua vehicular que se elija, su enseñanza en Cataluña será obligatoria. Pero, en fin, se corre el riesgo de meter la pata cuando alguien pretende ejercer de referencia intelectual y política cuando sus méritos residen única y exclusivamente en sus triunfos futbolísticos. De ahí que, asimismo, y al igual que su actual entrenador y la misma directiva del club, se limite a repetir la consigna de evitar volver 'treinta años atrás', cuando las políticas de inmersión lingüística impuestas por los gobiernos nacionalistas apenas llevan veinte. Pero las adhesiones inquebrantables tienen estas consecuencias.

En definitiva, está claro que Wert, definitivamente el nuevo 'enfant terrible' del nacionalismo catalán, no es del Barça. Aunque parece ser que tampoco lo era Franco, pese a ello nombrado en su momento socio de honor. 'Més que un club', pero siempre al servicio del poder establecido.

lunes, 3 de diciembre de 2012

ESPAÑA SOMOS TODOS #6D

El próximo jueves 6 de diciembre a las 12 horas en la plaza Colón de Madrid, concentración convocada por DENAES en defensa de la Constitución y la unidad de España. Porque España somos todos. Porque juntos siempre seremos mejores.


lunes, 26 de noviembre de 2012

MAS, EL CHIRAC CATALÁN

En las elecciones catalanas de hace dos años, los partidos netamente secesionistas que obtuvieron representación en el Parlamento autonómico, esto es, CiU (aunque entonces no se presentó como separatista), ERC (desgastada por su contribución al Gobierno del tripartito) y SI (la aventura política del ínclito Laporta), sumaron 76 escaños y un 48,72% de los votos. En cambio, en las que se acaban de celebrar tras una intensa propaganda pro-independentista y antiespañola, emprendida desde los numerosos y prácticamente hegemónicos medios oficiales y oficiosos del nacionalismo catalán, CiU, ERC y CUP (partido también secesionista, aunque más bien producto de la reciente irrupción en la escena política de la extrema izquierda antisistema), solo han logrado 74 diputados y un 47,84% de los sufragios. Es más: ni tan siquiera agregando el porcentaje obtenido por el ahora extraparlamentario SI (1,28%) llegan a alcanzar la mitad de los votos. Si este es el irresistible, creciente e imparable 'tsunami' independentista que invade Cataluña, que resucite Prat de la Riba (o Wifredo el Velloso) y lo vea.

Hay quienes añaden los resultados conseguidos por Iniciativa per Catalunya-Verts (algo así como la 'marca' de Izquierda Unida en Cataluña) a los de los partidos nacionalistas para reflejar un supuesto crecimiento electoral del separatismo (en virtud de lo cual, el aumento en tres escaños de la coalición de izquierdas serviría para que el secesionismo subiera en uno). Sin embargo, cabe puntualizar que Iniciativa no aboga exactamente por la independencia de Cataluña, sino, al igual que el PSC, por la celebración de un referéndum so capa de un 'federalismo' presentado como la solución definitiva al reto separatista, en realidad una supina estupidez además de una inútil enmienda al sistema constitucional. Y es que la izquierda catalana no nacionalista no ha conseguido desprenderse nunca de sus típicos complejos ante el nacionalismo, al que siempre le ha concedido un plus de legitimidad democrática por su supuesto compromiso histórico antifranquista; así, con tal de que no la identifiquen con el PP o el españolismo en general y, por ende, la tachen de sospechosa de franquismo, siempre ha preferido, bien asumir el discurso del pensamiento único nacionalista, bien nadar entre dos aguas, como es el caso que nos ocupa.

Por tanto, en puridad habría que distinguir dentro del campo político no nacionalista a quienes son calculadamente ambiguos en la defensa de la Constitución y la soberanía nacional española (es decir, PSC e ICV, cuya subida en tres diputados no ha compensado el descalabro socialista, que ha bajado nada menos que ocho escaños) y quienes respaldan sin ambages el actual ordenamiento constitucional como garantía de la unidad de España: así, el PP, pese al desgaste derivado de las muchas medidas impopulares tomadas por el Gobierno que sustenta, ha logrado aumentar un escaño y 84.000 votos más, suficientes aun así para que sean sus mejores resultados en unas elecciones autonómicas catalanas (19 diputados); y Ciutadans, por su parte, ha crecido de manera espectacular con seis diputados y 169.000 sufragios más (una subida de más de cuatro puntos porcentuales), datos que le consolidan como la más nítida opción política españolista dentro del centro-izquierda.

En consecuencia, el fracaso de la apuesta secesionista de Mas ha sido total y absoluto: además de bajar sensiblemente en votos y escaños y, por tanto, situarse muy lejos de la mayoría absoluta que perseguía, el beneficio electoral obtenido por formaciones políticas nacionalistas más radicales no ha sido lo bastante intensa como para que el independentismo aumentara sus apoyos en las urnas; bien al contrario, se ha estancado. Eso sí, don Artur puede presumir de que su 'brillante' manera de proceder es perfectamente comparable al que tuviera uno de los grandes políticos de la historia reciente de Europa: Jacques Chirac, quien, dos años después de conseguir la Presidencia de la República francesa, decidió disolver una Asamblea Nacional en la que dominaba la coalición gaullista-liberal (la suya) y adelantar las elecciones legislativas, con el objetivo, decía, de reforzar esa misma mayoría del centro-derecha y emprender un ambicioso programa de reformas económicas. Pues bien, al sempiterno líder político parisino le falló la intuición, y de qué manera: esos mismos comicios que convocó anticipadamente los ganó con claridad la izquierda, por lo que no tuvo más remedio que 'cohabitar' con el socialista Lionel Jospin como Primer Ministro. Jugada maestra, como la del Mesías catalán. Y veremos si, dadas las últimas informaciones publicadas sobre tramas de corrupción en Cataluña, también coincide con Chirac en que acaba teniendo que rendir cuentas ante la Justicia.

jueves, 22 de noviembre de 2012

ASÍ SE NEGOCIA EN EUROPA

'En Ámsterdam tuve que escuchar todo tipo de exigencias que complicaban las cosas, algunas de ellas correctas, otras heredadas del gobierno anterior, y estuve negociando duramente. Era mi primer acuerdo internacional, y no quería meter la pata. José María tenía una cuestión espinosa importante: necesitaba que el tratado reflejara la posición especial de España como receptora de ayuda europea y como país «grande» junto con los demás «grandes», no como país «pequeño». Eso suponía un problema para los otros «grandes», sobre todo para Alemania, liderada por Helmut Kohl. 

Los holandeses intentaron la vieja táctica, apoyados por los alemanes, de dejar para el final las exigencias españolas. La idea era poner de acuerdo a todos los demás para después apretarle los grilletes al que seguía recalcitrante, que, por intimidación o por vergüenza, se veía obligado a doblegarse. «Europa te necesita. ¿Cómo puedes perturbar la estabilidad de Europa en un momento como este? ¿No tienes sentido de la historia? ¿Quieres ser responsable de un fracaso europeo?», etcétera. 

Un montón de viejas patrañas, pero eficaz en un gran número de casos. Pero no con Aznar. Esperaron hasta que todo el mundo se pusiera de acuerdo, incluido yo, y después le ofrecieron un compromiso, ni bueno ni malo. Él dijo: «No, ya os he dicho mis términos». «Ah, sí, pero necesitamos saber tu última palabra», dijeron ellos. «Esa es mi última palabra», respondió. Luego añadió: «Me voy a la habitación de al lado a fumarme un puro». Cosa que hizo de inmediato. 

Lo intentaron todo. Wim Kok fue a verle y le dejó clara su desaprobación al estilo suavemente holandés protestante. Jacques Chirac intentó avasallarle en un estilo muy francés. Por último, Helmut Kohl se puso de pie y trasladó su considerable peso hasta la habitación de al lado, con aspecto de ogro en busca de un erizo. Volvió desconcertado. Inexplicablemente, el erizo se había negado a que le aplastaran. Kohl se volvió hacia mí. «Tú eres nuevo, como él», exclamó. «Ve e inténtalo». 

Fui a la habitación donde estaba sentado José María, tan sólo él con su intérprete y su puro, que estaba fumando como si no tuviera ninguna preocupación en este mundo. Prescindimos del intérprete y hablamos en francés. Le solté una perorata sobre lo importante que era aquello, le dije que aquella negociación pendía de un hilo, que únicamente él podía salvar la situación, y concluí diciendo lo realmente decepcionados que estarían todos, sobre todo Helmut, si él no llegaba a un compromiso. 

«Lo sé. Lo siento mucho», dijo con una enorme sonrisa. «¿Puedes transmitirles un mensaje de mi parte? Diles que ya manifesté en qué términos este tratado era aceptable para España, y lo dije al principio. Y hasta ahora, nunca me lo han vuelto a preguntar. Pero si lo hubieran hecho, les habría dicho que esos eran los términos aceptables para España. Y mira», dijo, sacando algo de su bolsillo, «tengo muchos más puros para fumar». Consiguió sus términos.'  

Tony Blair. Memorias.

Ante la amenaza de reducción a España de 20.000 millones de euros en las partidas del Presupuesto comunitario, urge recuperar el 'estilo Aznar' en las negociaciones con las autoridades de la Unión Europea: enrocarse, no ceder, trasladarse a otra habitación a fumarse un puro si es necesario y no volver hasta, por puro agotamiento y desesperación, arrancar de los demás un compromiso que sea plenamente satisfactorio. Y es que nunca ha sido fácil defender los intereses de España en el panorama europeo, pero un presidente del Gobierno debe tener presente que esa ha de ser la prioridad; y el actual, al contrario que su inmediato antecesor, lo tiene claro.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

14-N: UN FIASCO DE AÚPA

Hoy, 14 de noviembre. Esta mañana he hecho mi recorrido de todos los días, desde mi casa en Ronda Sur, en el barrio de Santiago el Mayor, hasta mi lugar de trabajo, a la entrada del casco urbano de Murcia. Unos 25 minutos a pie. En el trayecto hay un número considerable de establecimientos (el barrio de El Carmen, lugar de paso, es típica y tradicionalmente comercial), y, para relativa sorpresa mía, no encontré absolutamente nada distinto: todos los comercios, kioscos, cafeterías, peluquerías, gasolineras, oficinas bancarias, supermercados, etc., estaban abiertos, como cualquier otro día (honestamente, sí cerró el kiosco de la plaza González Conde, pero nada más). Si hubiera aterrizado allí en ese momento algún extranjero desinformado y se le hubiera dicho que en España había convocada una huelga general, desde luego que no hubiese dado crédito. De todas formas, suponía que a mediodía los piquetes coactivos recorrerían determinadas calles (incluido el ritual de pararse a las puertas de El Corte Inglés) para forzar a los comercios a que cierren sus persianas conforme pasen (para que luego vuelvan a abrirlas una vez se esfumen); y que los sindicatos verticales no tendrían una vez más empacho alguno en presentar estas actitudes coercitivas como un 'éxito'. Así, cualquiera, aunque cada vez les resulta más difícil tomar el pelo a la opinión pública.

Y, en efecto, así fue, y he aquí una tan significativa como deleznable muestra, esta vez en Madrid. De esta edificante manera logran los sindicatos verticales del socialismo sus 'éxitos'. Sus piquetes, todavía eufemísticamente llamados 'informativos', hace tiempo que se convirtieron en la banda de la porra, al más puro estilo mafioso; pero ahora además son la coartada para que émulos de la 'kale borroka' den rienda suelta a sus impulsos delictivos, cuando no directamente criminales. Vaya con los adalides de la solidaridad y la sensibilidad social. Aun así, bravo por la serenidad y el coraje de la comerciante, a la que me permito modestamente expresar desde aquí toda mi admiración. Seguramente sin quererlo, se ha convertido en todo un símbolo de quienes este día han defendido con valentía y dignidad sus derechos individuales frente a los atropellos del matonismo sindicalero.
 

Porque, por desgracia, no fue precisamente tan solo una desagradable anécdota. Pero vayamos a los datos concretos para intentar averiguar si el triunfo sindical se ha producido de verdad. Contar con cierta precisión el número de trabajadores que en general secundan una huelga es tarea imposible. De ahí que unos y otros se permitan dar cifras radicalmente distintas (aunque, desde luego, ese 80% de seguimiento que 'estiman' los sindicatos no hay quien se lo crea). El único procedimiento fiable consiste en medir la evolución real del consumo eléctrico respecto a la previsión oficial de demanda. Pues bien, los porcentajes hechos públicos por la Red Eléctrica Española no han podido ser más demoledores: un descenso de tan solo un 12,1%, frente al 21,2% de la última huelga general, que ya de por sí constituyó un fracaso. Aunque en puridad, y estableciendo una comparación, solo ha de considerarse un éxito la huelga general que tuvo lugar en 1988 contra el Gobierno de Felipe González (con una bajada del 34%), la convocada hoy ha provocado el menor descenso de consumo eléctrico de todas las demás.

Por tanto, el fiasco cosechado por el dúo (nada dinámico) Méndez-Toxo ha sido de aúpa, por mucho que pretendan hacernos comulgar con ruedas de molino. Y su credibilidad, definitivamente a la altura del betún. O estos sindicatos se adaptan de una vez a los tiempos que corren, o se sitúan en el trance de desaparecer algún día del mapa. Y más pronto que tarde.

martes, 13 de noviembre de 2012

LA DESVERGÜENZA DEL PSOE ANTE LA HUELGA



Si Sara lleva ya dos años en el paro no cabe culpar al PP, que llegó al Gobierno hace unos nueve meses, sino, si acaso, al anterior del PSOE. Si Pilar se ha visto obligada a cerrar su tienda, resulta al menos discutible que haya sido única y exclusivamente por la subida del IVA (¿la última del PP, o la que decretó el Ejecutivo socialista?), cuando el parón de la actividad económica y el subsiguiente descenso del consumo vienen de bastante atrás, de la segunda legislatura de Zapatero. Si la abuela Celia no dispone de ayudas para que la cuiden, se debe fundamentalmente a la escandalosa falta de previsión de la Ley de Dependencia aprobada por el PSOE, ya que, puesto que se basa en el principio, tan propio del zapaterismo, del 'yo invito, pero tú pagas', nunca se la ha dotado de la financiación adecuada. Si las amigas del equipo femenino (parece ser que de voleibol) se han quedado en el paro, es consecuencia de la inercia de años en los que, sin que el Gobierno socialista anterior planteara iniciativas de mínima enjundia, se ha venido generando desempleo de manera vertiginosa; pero no a una reforma laboral que, bien al contrario y según los últimos datos, más bien está conteniendo la destrucción de puestos de trabajo.

Si los pequeños sobrinos han dejado de tener comedor y transporte para ir al colegio, es porque los ajustes, esto es, los 'recortes', en efecto, han llegado ahí, pero no por capricho ni por perversidad y masoquismo de la malvada derecha, sino por la imperiosa necesidad de reducir el gasto ante la falta de ingresos derivada de la crisis económica, heredada, y el alarmante estado de las cuentas públicas, en muchos casos también legada del socialismo. Si el tío Jesús ha de pagar, siquiera de manera simbólica, las medicinas (como en el resto de la Unión Europea, por cierto) es para contribuir a paliar una situación insostenible de la sanidad pública, que por supuesto no viene de ahora; aunque resulta comprensible que le suponga un esfuerzo especial tras la congelación de las pensiones decretada en su momento, y por primera y única vez en la democracia, por el PSOE (obviamente, que su hospital haya cerrado es una mera fantasía mentirosa, ya que ninguno del ámbito público lo ha hecho). Si Marcos y Andrea han debido emigrar para encontrar trabajo, no forman parte de un fenómeno que haya comenzado a producirse desde que gobierna Rajoy, sino desde que empezó a mostrarse con toda crudeza una crisis económica que el Ejecutivo socialista de Zapatero se empeñó en negar y contra la cual, en consecuencia, tardó en tomar medidas (o, más bien, poner parches).

Cómo no iba a apoyar públicamente el PSOE una huelga general política de la que en realidad está detrás, junto a sus fieles perritos falderos del sindicalismo vertical burocrático. Pero que encima lo haga con un vídeo tan descarado, como si no tuviera responsabilidad alguna en una situación económica ruinosa a la que contribuyeron en primera línea, bate todos los récords de la desvergüenza. Por su parte, el PP ha respondido limitándose a recordar cuál era la postura del entonces líder de la oposición a propósito del simulacro de huelga general que le organizaron a Zapatero después de más de cinco millones de parados. Aunque del PSOE jamás se puede esperar una oposición mínimamente responsable, como sabe cualquiera que conozca su historia.

jueves, 8 de noviembre de 2012

ASÍ HA VOTADO ESTADOS UNIDOS

Finalmente, la victoria de Obama ha sido tan estrecha en voto popular (50%-48%) como señalaban las encuestas; ahora bien, puesto que, tal y como también se pronosticaba, el candidato demócrata se ha hecho con los estados más poblados, ha logrado un contundente triunfo en el colegio electoral (332 delegados frente a los 206 del aspirante republicano). El voto de las llamadas minorías (aunque lo son cada vez menos en una nación que siempre ha sido crisol de razas) y el más urbano han vuelto a ser decisivos al inclinarse claramente por Obama. Sin embargo, tendrá que gobernar de nuevo ante una Cámara de Representantes en la que los republicanos han conseguido revalidar su mayoría (233 escaños frente a 193); de tal forma que continuará ejerciendo de contrapeso a las políticas del reelegido presidente, que en esta ocasión deberá mostrar más cintura política para procurar llegar a acuerdos, especialmente en materia económica y presupuestaria, con el poder legislativo. Así lo ha querido el electorado estadounidense, por lo que sería conveniente que esta vez el que ha de proceder en primer lugar como presidente de todos los norteamericanos esté a la altura de las circunstancias.

En cualquier caso, es principalmente en el Partido Republicano donde deberían sacar conclusiones acerca de los resultados obtenidos en las elecciones presidenciales: el voto de los estados de tradición más conservadora, la llamada 'América profunda' (Utah, Texas, Georgia, Louisiana, Arkansas, Tennesse, Indiana, etc., es decir, la zona central y sureña de los Estados Unidos), le sigue siendo irreductiblemente fiel, pero se ha demostrado que no es ni mucho menos suficiente. Su cada vez menor arraigo en las Costas Este y Oeste y en los ámbitos más urbanizados empieza a ser alarmante (incluso en Massachusets, donde Romney fue gobernador, Obama se ha impuesto por más de 23 puntos de ventaja). Mucho se ha disertado a este respecto sobre el posible perjuicio que para el 'Great Old Party' ha supuesto su 'derechización', pero lo cierto es que sus dos últimos candidatos a la presidencia no han sido precisamente unos extremistas: McCain, que tenía sus encontronazos en público con los más 'duros' de su Partido, demostró durante su largo historial político, tendente siempre al pacto con los demócratas, que ni mucho menos lo era; y Romney, como buen republicano del norte, es básicamente un moderado que incluso planteó como gobernador una reforma sanitaria que levantó ampollas entre sus correligionarios.


No cabe atribuir el fracaso electoral al hecho de que el Partido Republicano defienda con mayor claridad y contundencia las ideas, valores y principios que siempre le han caracterizado y que tanto han contribuido a la grandiosidad de los Estados Unidos (el reciente y triunfante fenómeno del 'Tea Party' en mitad de la pasada legislatura es buen ejemplo de ello), sino concretamente a su incapacidad para captar a amplias capas de las llamadas minorías, que cada vez adquieren mayor peso electoral. Más específicamente, y de manera harto significativa, el voto hispano (que ya en el censo de 2010 superó nítidamente al de la minoría negra) ha vuelto a respaldar ampliamente a Obama: un 71%, frente al apenas 27% que se ha decantado por Romney. Sin embargo, cabe puntualizar que los supuestamente más 'radicales' Ronald Reagan y George W. Bush llegaron a hacerse con un 40 y un 44% de los sufragios latinos respectivamente: y es que ambos presidentes, sin renunciar ni mucho menos a las convicciones propias del partido fundado por Abraham Lincoln, se encargaron de no descuidar a un electorado llamado a desempeñar un papel cada vez más importante en la moderna sociedad norteamericana; muy especialmente el tan detestado Bush, que, pese a la chanza que se hacía de ello, ha sido el primer y hasta ahora único presidente estadounidense que se permitía hablar en español en público y con cierta frecuencia. De actitudes de ese tipo deberían tomar cumplida nota los dirigentes republicanos.

También ha basado Obama su triunfo en el sensible apoyo electoral tanto de las mujeres como de los jóvenes, sectores donde Romney, que en cambio se ha impuesto entre los hombres y las personas casadas, se ha visto incapaz siquiera de recortar las distancias. Y es que quizá la mayor frustración resida en el hecho de que el aspirante republicano no haya logrado sacar el suficiente provecho del evidente desgaste electoral que, en general y pese a todo, ha sufrido el candidato demócrata: 4,5 puntos menos de ventaja respecto a su contrincante y 33 delegados menos. El de Richard Nixon ha sido hasta ahora el único caso de un candidato que, tras perder unas elecciones (las que le enfrentó a Kennedy en 1960), decidió volver a probar suerte en posteriores comicios (aunque lo hiciera ocho años después). Todavía es muy pronto, pero parece harto improbable que Romney se atreva a imitarle; máxime cuando se trataría en realidad de su tercer intento, ya que también se presentó a las primarias republicanas de hace cuatro años. Sea como fuere, en el Partido Republicano, que no obstante mantiene una nítida mayoría en la Cámara de Representantes (no así en el Senado, en el que los demócratas ostentan 53 escaños frente a 45 republicanos) e incluso la gobernación de la mayor parte de los estados (nada menos que 30 de los 50), deberían ser capaces de detectar sus fallas y debilidades electorales y actuar en consecuencia. Si no lo hicieran, y por mucho carisma y dotes de liderazgo que pueda mostrar su futuro candidato, tendrán francamente difícil volver a la Casa Blanca.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

MATRIMONIO Y USO ALTERNATIVO DEL DERECHO

Siete años. Es ni más ni menos el tiempo que han necesitado los ilustres magistrados del Tribunal Constitucional para resolver sobre el recurso de inconstitucionalidad planteado por el PP contra la ley zapateril del llamado matrimonio homosexual. Y la verdad es que, a falta, eso sí, de que se haga público el contenido del fallo, da la sensacion de haber sido como el parto de los montes: el producto de tantas y tan largas deliberaciones ha resultado inane, del tamaño de un ratón. Desde luego, para semejante viaje, no eran menester alforjas.

Uno es plenamente partidario de que la unión civil o conyugal entre homosexuales, a salvo los lógicos impedimentos derivados de la naturaleza, contenga en general los mismos derechos y obligaciones que los matrimonios convencionales (aunque la adopción de niños se ha tratado en este caso de manera frívola y sin el detenimiento requerido, cuando debería siempre prevalecer el interés del menor, que es quien en realidad ostenta el derecho a 'ser adoptado'). Ahora bien, la sentencia, en principio, y a la espera tanto de su lectura como la de los votos particulares, merece un par de precisiones: una puramente filológica, ya que denominar 'matrimonio' a uniones de personas del mismo sexo no deja de ser un disparate lingüístico (por la misma etimología de la palabra, 'matrum minius', cuidado de la madre); y otra eminentemente jurídica: se supone que la labor de los magistrados es decidir sobre la conformidad de las leyes con la Constitución, y no acerca de su adecuación a la 'evolución social': si, como parece dar a entender el fallo, algún precepto constitucional (concretamente el artículo 32, que especifica que son 'el hombre y la mujer' quienes tienen derecho a contraer matrimonio) se ha quedado obsoleto, más bien deberían haberse limitado a recomendar su reforma al legislador, pero no a forzar de esa forma la interpretación de nuestra Carta Magna.

Pero, en fin, algunos continúan anclados en los muy 'progresistas' cánones del 'uso alternativo del Derecho', que es como dejarlo literalmente en mantillas y someterlo al albur de determinadas corrientes o conveniencias políticas y/o sociales. Con estas prácticas, por muy loables que puedan ser sus objetivos, el Estado de Derecho no sale reforzado: bien al contrario.

viernes, 2 de noviembre de 2012

SIN LANZAR LAS CAMPANAS AL VUELO

Parece ser que, al menos en lo que queda de año, no será necesario solicitar el rescate, 'rescatín' o línea de crédito: el Gobierno de la nación, tras las fructíferas emisiones de deuda de este mes, tiene de momento las necesidades financieras cubiertas. Además, el dato de reducción del déficit público que se dio a conocer (descendió en septiembre al 4,39%, y en términos homogéneos, es decir, sin contar las transferencias a otras administraciones públicas, incluso al 3,93%) nos sitúa en una posición muy favorable ante Bruselas y los mercados, ya que se están haciendo los deberes y nuestra economía transita por el camino adecuado hacia el cumplimiento de los objetivos pactados con la Unión Europea.

Además, aunque la ansiada recuperación de la economía española está todavía lejos de ser una realidad, determinados indicadores, sin duda positivos, señalan el inicio de un cambio de tendencia. Así está ocurriendo, por ejemplo, con las exportaciones (cuyo saldo favorable ha sido de más de 8.000 millones de euros), el turismo (47 millones de foráneos han visitado España hasta septiembre, un 4% que en 2011), en inversión directa extranjera (donde España se ha situado en el cuarto puesto del ranking europeo como país inversor más atractivo, solo por detrás de Reino Unido, Alemania y Francia) e incluso en empleo (donde se observa una sensible contención de la destrucción de puestos de trabajo en el sector privado, además de un incremento en el número de nuevos autónomos, concretamente en más de 100.000). Por tanto, empieza a advertirse un punto de luz, siquiera tenue, al final del túnel. Son datos que solo pueden servir de acicate para continuar con las reformas y medidas de ajuste, pero ni muchos menos para lanzar las campanas al vuelo.

lunes, 29 de octubre de 2012

EN CATALUÑA, FUERA CARETAS

Si alguna virtud están teniendo el reto secesionista de Mas y el subsiguiente adelanto de las elecciones autonómicas catalanas es el esclarecimiento de posturas que están propiciando. Fuera caretas. Quizá muchos de quienes nos tachaban de 'radicales' a los que siempre hemos sostenido que las diferencias entre el nacionalismo llamado 'moderado' y el secesionismo, por ejemplo, de ERC son meramente cosméticas, se hayan caído por fin del guindo. Porque en su recién presentado programa electoral, y por mucho que evite siquiera mentar la palabra 'independencia' (burda argucia para conservar a buena parte de su electorado no separatista), CiU aboga definitivamente por la construcción de un 'Estado propio' para Cataluña; que obviamente, y pese a todos los eufemismos que se empleen, solo puede producirse previo desgajamiento del Estado al que pertenece la región catalana y que, como nación política, es el único que impera: el español. Es decir, puro independentismo, aunque no se le quiera llamar por su nombre.

Y por si todavía quedaba alguna duda, no hay más que acudir a las palabras de quien durante tantos años se ha presentado como la quintaesencia de la sensatez y moderación del catalanismo, de aquel que se rasgaba las vestiduras cuando alguien ponía mínimamente en cuestión su implicación en la defensa de los intereses generales de España, cuya sinceridad tanto proclamaba: el diputado catalano-aragonés Durán Lleida, que, ni corto ni perezoso, ha argumentado su respaldo al programa secesionista en la necesidad de 'rescatar a Cataluña de España'; pretendido sarcasmo que resulta especialmente indigno precisamente ahora, cuando el Gobierno de la nación insufla más de 5.000 millones de euros, procedentes de los impuestos que pagamos todos los españoles, a una Generalitat catalana endeudada hasta las cejas. Una vez más, es toda España la que sale al rescate de Cataluña, y a cambio los nacionalistas intensifican su discurso victimista y promueven sin ambages el independentismo; estrategia que a su vez sirve como cortina de humo para ocultar su supina incompetencia como gobernantes, que en una Cataluña independizada sería incluso todavía más palpable. Aunque mientras, claro, se permiten prometer el oro y el moro haciendo creer que en una 'Catalunya Lliure' el paro desaparecerá, la economía irá como la seda, los pensionistas cobrarán más, los ciegos verán, los cojos correrán la maratón y todos serán buenos y benéficos. Y si cuela en estos tiempos tan duros como abonados a la demagogia, cuela.

Eso sí, saliendo de la enfermiza ensoñación del nacionalismo y aterrizando en la realidad, cómo financiaría por sí sola una Cataluña independiente todo el aparato administrativo del nuevo Estado que pretende erigir CiU (hacienda propia, un marco de relaciones laborales, asumir la gestión de las pensiones y cotizaciones de los catalanes, todas las competencias en materia hidráulica y de infraestructuras, las materias de puertos y aeropuertos que asumirían los Mossos d'Esquadra...) es todo un arcano; a no ser, claro, que aspiren a que les paguemos también entre todos los españoles la independencia, algo de todo punto inaceptable pese a la preceptiva caradura del nacionalismo catalán en este aspecto. Y en cuanto a su pretensión de que el 'nou Estat catalá' se desarrolle 'en el marco de la Unión Europea', el delirio alcanza proporciones verdaderamente colosales: si Cataluña está dentro de la UE no es por su inventada historia como 'nació', lengua 'propia' y supuesta tradición europeísta (exactamente la misma que en el conjunto de España), sino única y exclusivamente porque forma parte de la nación española. Por tanto, la independencia de Cataluña conllevaría en sí misma su inmediata expulsión de la Unión, como han dejado claro desde las mismas instituciones europeas; y, para más inri, no hay precedente alguno de ningún 'reingreso' de territorios escindidos de Estados miembros. Y por mucha profesión de fe europeísta que hagan los políticos nacionalistas, no iban éstos a conseguir cambiar los tratados europeos, dado que, evidentemente, la estabilidad y supervivencia de Europa sería perfectamente posible sin la inclusión en ella de Cataluña.

En cualquier caso, y dando por descontada la característica ambigüedad de un PSC que siente alergia por la defensa a ultranza de la unidad de España (ora aporta el 'federalismo' como gran y genial solución, ora se apunta a la moda del referéndum aunque para, según aseguran ahora, votar que no; todo con tal de diferenciarse del PP), las posiciones políticas tras el reto separatista de Mas han quedado por fin claras y diáfanas: CiU, pese a que sigue haciendo uso de un lenguaje calculado y lleno de subterfugios, ya no disimula su pulsión secesionista y se sitúa al nivel de ERC y otras formaciones nacionalistas radicales que siempre han hecho de la ruptura con el resto de España su razón de ser. Hasta el punto de que dentro del panorama político catalán solo quedan como partidos netamente constitucionalistas, esto es, españolistas, el PP en el centro-derecha y Ciudadanos en el centro-izquierda. El electorado catalán, por tanto, debería saber ahora perfectamente a qué atenerse. Sea como fuere, será interesante medir la correlación de fuerzas entre independentistas y no independentistas que salga de los próximos comicios autonómicos. Aunque, eso sí, se ha de partir del principio de que ni todos los votos del mundo confieren legitimidad alguna para actuar contra la soberanía nacional, la Constitución y las Leyes.

lunes, 22 de octubre de 2012

CON LA QUE ESTÁ CAYENDO

El PP ha logrado una rotunda mayoría absoluta en Galicia y, mal que bien, ha mantenido el tipo en el País Vasco; por su parte, el PSOE ha sufrido sendos descalabros. Si seguimos a quienes pretendían convertir estas elecciones autonómicas, sobre todo las gallegas, en una especie de plebiscito sobre las políticas del Gobierno de Rajoy y, en consecuencia, de la oposición en el ámbito nacional, las conclusiones han de ser clarísimas. Así pues, harían bien en tomar cumplida nota el señor Rubalcaba y los actuales dirigentes socialistas, quienes, de tanto alimentar a la bestia de la extrema izquierda, están siendo devorados política y electoralmente por ella; véanse los ascensos de la izquierda nacionalista encabezada por el ultramontano y salvaje Beiras en Galicia y de los proetarras de Bildu en el País Vasco, en ambos casos a costa del espacio político del PSOE. Y menos mal que el todavía líder socialista tiene fama de brillante estratega.

En cuanto a los resultados electorales de Galicia, el éxito personal de Núñez Feijóo es verdaderamente loable e indiscutible: además de un gran político con magníficas dotes para la comunicación, está demostrando ser un excelente gestor (hasta el punto de haber sido pionero en las medidas de ajuste y reducción del gasto público, tomadas antes de la crisis), y es cierto que en este sentido una nítida mayoría de los votantes gallegos le han recompensado renovando su confianza en él. Pero, puesto que ha sido la izquierda política (sobre todo el PSOE y sus sindicatos verticales) la que se ha empeñado en hacer de estos comicios un termómetro de un supuesto rechazo general a las medidas económicas de Rajoy, deberían atenerse a sus propias consecuencias: a buen seguro que si Feijóo no hubiese logrado la mayoría absoluta, esa misma oposición (aunque no solo ella; también el inefable antimarianismo mediático) estaría culpando directamente a Rajoy; puesto que al final sí la ha conseguido, entonces alguna porción del mérito, siquiera mínima, deberían concederle al presidente del Gobierno, aunque solo sea por pura coherencia. Pero tampoco cabe pedir imposibles.

Sea como fuere, sí resulta harto significativo que en estas dos elecciones el PSOE haya obtenido un castigo tan severo, y en cambio el PP apenas se haya desgastado. Y con la que está cayendo. Porque en el País Vasco, por ejemplo, el PP ha bajado dos puntos y tres escaños frente a los casi doce puntos y nueve diputados del PSOE. Lo que, desde luego, no obsta para reconocer el lamentable y rotundo fracaso del constitucionalismo (incluido UPyD, que también ha descendido pese a conservar su escaño); especialmente sangrante en la provincia de Álava, hasta ahora dique de contención del nacionalismo.

Es cierto que la vileza que todavía caracteriza a buena parte de la sociedad vasca, de resultas del miedo impuesto durante tantísimo tiempo por la ETA y sus adláteres (para más inri legalizados por las marionetas 'progres' del Tribunal Constitucional), así como la fijación por el poder nacionalista de un discurso 'oficial' basado, como en Cataluña, en el odio a España, se han mostrado como obstáculos difíciles de superar; pero sí es reprochable que tras una legislatura de Gobierno constitucionalista la causa de la defensa de España y la libertad en el País Vasco haya sufrido tan notable retroceso. También en este caso, los derrotados habrán de sacar conclusiones y tomar las correspondientes medidas. Y tener presente que no siempre es rentable electoralmente intentar confundirse con el paisaje; sobre todo si es irrespirable.

viernes, 19 de octubre de 2012

ANTIPATRIOTAS

En una de sus alocuciones más célebres, Zapatero se permitió tachar nada menos que de 'antipatriotas' a quienes simplemente anunciaban la inminencia de una crisis económica que poco después empezaría a mostrarse con toda su crudeza. Hacía ver de esa forma el ex-presidente que vaticinios de ese tipo, so capa de desgastar a su Gobierno y a él mismo, hacían daño a la imagen de España y minaban la confianza que transmitía nuestra economía en los mercados internacionales. Por supuesto, los coros y danzas del socialismo zapaterista (empezando por aquel artisteo progre que entonces cantaba a 'la alegría' frente a los malvados agoreros de la derecha, y que ahora en cambio se adhiere a la pretensión sindicalera de convertir a nuestro régimen constitucional en un sistema plebiscitario a conveniencia) no tardaron en utilizar toda su trompetería mediática para transmitir fielmente la consigna, hasta convertir en sospechosos de traición a la patria a aquellos que se atrevieran a discutir mínimamente las previsiones económicas del Gobierno de entonces.

El tiempo ha acabado poniendo a cada uno en su sitio y demostrando que, si alguien merecía tal calificativo, no era el que denunciaba una realidad incómoda, sino aquel que conscientemente la ocultaba en aras de un cortoplacismo puramente electoral. En cualquier caso, una vez enquistada esa crisis que con tanta virulencia negaba la práctica totalidad de la progresía patria, y desde ese mismo punto de vista, ¿cómo cabría adjetivar a quienes ahora, justamente el mismo día en que la temible prima de riesgo empieza a bajar de manera considerable, y por tanto cuando las expectativas económicas de España parecen mejorar y transmitir más confianza en los mercados, anuncian la convocatoria de una nueva huelga general? ¿Y a aquellos partidos y dirigentes políticos, muchos de ellos, para más inri, directamente responsables de la situación actual, que se adhieren a la misma?

La segunda huelga general en apenas unos meses: así es como los sindicatos verticales de la ruina socialista continúan contribuyendo a la recuperación económica de España. Fueron un cáncer cuando ejercían de consejeros áulicos del zapaterismo en su periodo más oneroso y despilfarrador, y lo son ahora intentando desgastar a toda costa al Gobierno del PP, su principal y prácticamente único objetivo. Una huelga que promueva un parón general de la actividad económica es ahora mismo especialmente contraproducente para nuestra todavía maltrecha economía. Pero qué les importa si con ello defienden sus privilegios y, a la vez, hacen realidad su obsesión: que España se parezca cada vez más a Grecia, o bien propiciar que pueda calar esa idea en el ámbito internacional.

Aquellos que convocan otra huelga general en poco tiempo y quienes les apoyan; aquellas asociaciones ¡de padres! (y cuyos miembros, no por casualidad, suelen luego engrosar las listas electorales de los partidos de izquierda) que conminan a no llevar a los niños al colegio para respaldar huelgas y manifestaciones alentadas por sindicatos 'estudiantiles' de extrema izquierda que hacen alarde de simbología totalitaria y, además, juegan a la revolución incluso asaltando colegios religiosos; aquellos que vuelven a sacar a pasear los cadáveres de la Guerra Civil y del franquismo para incitar al odio y al rencor; aquellos que siguen justificando los asedios sediciosos a la sede de la soberanía nacional, se mueven por la siguiente consigna: cuanto peor, mejor. Todo vale, hasta llevarse por delante cualquier atisbo de confianza en la recuperación de nuestra economía, con tal de minar política y electoralmente al PP. En este caso, el conocido epíteto que usara Zapatero se queda realmente corto.

miércoles, 10 de octubre de 2012

AY QUÉ WERT, QUÉ ESCÁNDALO



¿Que se enseñe historia de España e intentar siquiera impedir que se siga adoctrinando en el pensamiento único nacionalista, y por tanto en el odio a España y lo español, para que las aulas de los colegios públicos catalanes dejen de ser algún día puros semilleros de separatismo? Una vuelta al nacionalcatolicismo. ¿Que se garantice en Cataluña (y en otras Comunidades Autónomas, hay que decirlo) la enseñanza en español y, con ello, la libertad de elección de lengua vehicular? Neofranquista. ¿Que encima el Ministro se permita el lujo de, respondiendo a la Consejera catalana de Educación e incluso remedándola, utilizar la expresión 'españolizar' (¡vade retro!) refiriéndose a los contenidos que se les ha de impartir a los alumnos catalanes? Intolerable delito de lesa corrección política, ¡y a la hoguera con él! Ay qué Wert, qué escandalo...

Porque quien más estupor e indignación ha despertado, no en el nacionalismo, sino en la progresía política y mediática, no es quien amenaza con convocar ilegalmente un referéndum para separarse de España, sino quien recuerda la conveniencia de introducir la historia de España en el sistema educativo para que los niños catalanes dejen de estar imbuidos exclusivamente de mentirosa mitología nacionalista. Y ha sido él, quien como Ministro de Educación del Gobierno de la nación pretende cumplir con su obligación, el que ha echado leña al fuego, y no la exhibición totalitaria de simbología nacionalista, propia de la Alemania de los años 30 ('magnífico espectáculo' según el PSOE), que tuvo lugar en el Camp Nou con motivo del último Barcelona-Real Madrid.

Tras el rechazo del Congreso de los Diputados a la proposición secesionista de ERC (gracias a los votos en contra de PP, PSOE y UPyD), poco ha tardado el PSOE en volver donde siempre se ha encontrado más cómodo: alejado del PP y al lado de los nacionalistas. Es más, ha buscado, y creído encontrar, la coartada perfecta. Y es que, debido a sus complejos históricos, siempre tiende a concederle un plus de legitimidad democrática al nacionalismo y a considerar en el fondo que defender sin ambages la unidad de España no deja de ser un 'tic' franquista. Y ay de quien se atreva a poner en solfa los paradigmas del nacionalismo y, sobre todo, denunciar sus desmanes y atropellos.

¿CÓMO SE HIZO LA TRANSICIÓN?

Pese a que tanto la sedición callejera de extrema izquierda como las élites secesionistas, movimientos golpistas al fin y al cabo, pretendan que se haga tabla rasa, la transición democrática significa uno de los periodos de nuestra historia de los que los españoles hemos de sentirnos más orgullosos; por una vez, supimos mirar hacia delante y enterrar divisiones y enfrentamientos cainitas para erigir un régimen democrático, pluralista y de libertades en el que tuviéramos todos cabida. De tal manera que, pese a todas las dificultades (que las hubo, y graves), se consiguió tan loable objetivo de manera generalmente pacífica y sin apenas traumas. Además, constituyó todo un ejemplo a seguir para otros países europeos que vivirían sus particulares transiciones a la democracia pocos años después de que culminara la nuestra, de resultas de la caída del Muro de Berlín y el subsiguiente hundimiento de los regímenes comunistas del Este europeo.

Establecer como inicio de la transición el asesinato del entonces presidente del Gobierno de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, es desde luego una teoría muy generalizada en la historiografía española y extranjera, lo que no obsta para que sea desafortunada. Y es que, de esta forma, se le concede a la ETA un papel de protagonista decisivo e incluso impulsor de la transición que obviamente la organización terrorista en absoluto merece (no tardaría en demostrar que su verdadero objetivo no consistía en acabar con el régimen franquista, como por entonces creía buena parte de la izquierda, sino con España), bajo la muy discutible hipótesis de que, de no haberse cometido tal magnicidio, la evolución hacia la democracia hubiera sido mucho más difícil debido a la resistencia que desde la presidencia del Ejecutivo hubiera opuesto el propio Carrero, que a buen seguro se hubiese mostrado como implacable defensor del mantenimiento de las esencias franquistas.

Pues bien, en primer lugar, y en el supuesto de que el Rey don Juan Carlos hubiera decidido, como hizo con Arias Navarro, ‘confirmar’ a Carrero como presidente en el primer Gobierno de la Monarquía, hubieran podido darse dos posibilidades: o bien que desde ese puesto se allanara a las políticas reformistas impulsadas por el Rey, supuesto quizá más improbable, o bien que en efecto rechazara llevarlas a cabo. En este último caso, la reacción de don Juan Carlos no hubiese tenido por qué ser distinta a la que tuvo con el ‘boicoteador’ Arias Navarro (al que llegó a calificar en público como ‘desastre sin paliativos’): sugerirle su dimisión, que es tanto como forzar su marcha del Gobierno (cuando no, dada su reconocida fidelidad al Rey, hubiese él mismo dimitido por propia iniciativa una vez advirtiera su absoluta falta de sintonía política con el que no dejaba de ser sucesor de Franco). Esa misma lealtad al titular de la Corona le hubiese impedido desempeñar un papel activo contra el cambio de régimen incluso fuera del Gobierno. Pero si por el contrario hubiese decidido liderar el ‘bunker’ que por aquel entonces torpedeaba las reformas democráticas, cabría dudar muy mucho de la eficacia de su obstruccionismo, teniendo en cuenta el escasísimo apoyo con que el franquismo más cerril contaba en la sociedad española: así por ejemplo, la Unión Nacional de Blas Piñar solo obtuvo un escaño en las elecciones generales de 1979, y no parece que con Carrero Blanco al frente los resultados hubieran sido mucho mejores.

Por tanto, la transición democrática hubiese llegado a buen puerto también con Carrero Blanco vivo. Así pues, en rigor, el periodo histórico analizado comenzó con la muerte (en la cama) de Franco (lo que no obsta para que, en efecto, haya que hacer una referencia, siquiera somera, de los antecedentes históricos inmediatos). De que el franquismo sin Franco era absolutamente inviable, además de que España necesitaba evolucionar a la democracia dado el carácter obsoleto del régimen, era consciente la inmensa mayoría de la sociedad española; hasta ese sector más proclive a votar a la derecha (aquello que se llegó a denominar, un tanto injustamente, ‘franquismo sociológico’), en el que cabía incluir también a una mayoría de dirigentes políticos procedentes del régimen franquista (que ingresarían en buena parte en la UCD de Suárez, y otros en la AP de Fraga), abogaba en líneas generales por una transición, eso sí, ordenada a la democracia. No en balde los principales motores del cambio fueron realmente tres pilares del régimen anterior: el propio don Juan Carlos, sucesor de Franco a título de Rey, que utilizó la misma Jefatura del Estado para impulsar los primeros pasos hacia la aprobación de una Constitución que convirtiera su propio poder en simbólico; Torcuato Fernández-Miranda, que desde la presidencia de las Cortes, y ‘de la ley a la ley’, hizo posible convertir el sistema jurídico-político en incipientemente democrático partiendo de las Leyes Fundamentales del franquismo; y, por supuesto, Adolfo Suárez, anterior Ministro Secretario General del Movimiento, que como presidente del Gobierno supo propiciar el consenso para llevar adelante las reformas democráticas.

Buena prueba de la conciencia arraigada dentro del mismo régimen franquista acerca del necesario advenimiento de la democracia fue el ‘hara-kiri’ que las propias Cortes franquistas se autoinfligieron cuando aprobaron por mayoría aplastante (más de los dos tercios necesarios) la Ley para la Reforma Política, que, cabe recordar, proclamaba unos principios absolutamente contrarios al franquismo (soberanía popular, supremacía de la ley, inviolabilidad de los derechos fundamentales de la persona, electividad de diputados y senadores por sufragio universal, etc.), amén de establecer un procedimiento para la reforma constitucional. 425 procuradores votaron a favor, 59 en contra y 13 se abstuvieron: nada menos que un voto favorable del 82 por ciento tras un debate que rayó a gran altura dialéctica, donde destacaron especialmente Fernando Suárez en el reformismo y Blas Piñar en el ‘bunker’. Para su definitiva ratificación, se convocó a referéndum al pueblo español, cuyos deseos de cambio hicieron desoír la recomendación de la oposición, que hizo campaña por la abstención: así, con una participación nada menos que del 77 por ciento, votó a favor el 94,2 por ciento de los electores. La nación española se había pronunciado, por tanto, con meridiana claridad: había que devolverle su soberanía por medio de una Constitución de todos.

Para ello, se volvió a convocar al electorado español a unos comicios generales (los primeros desde 1936) que dieran lugar a unas Cortes constituyentes, aunque en su momento no se plantearon así. Y pese a que UCD y AP lograron los escaños suficientes para construir juntos una mayoría absoluta (166+16=182, 6 más de los necesarios), se evitó incurrir en los mismos errores cometidos por los anteriores procesos constituyentes españoles, es decir, elaborar una Carta Magna que satisfaga los valores y aspiraciones de media España contra los de la otra media; de tal forma que el partido del Gobierno pronto empezó a acordar textos y artículos con los demás grupos parlamentarios, fundamentalmente con el socialista, y especialmente en materia autonómica y de derechos y libertades. Tras su abrumadora aprobación final por las Cámaras, se sometió la Constitución consensuada a referéndum: en este caso con menos participación (tan solo el 67 por ciento de un electorado agotado de tantas consultas en tan poco tiempo), un 87 por ciento de los votantes ratificó la Carta Magna. En esta ocasión, la oposición, que participó en su elaboración, sí recomendó un voto afirmativo (excepto los nacionalistas del PNV).

Pero ahí se acabó el consenso. Tras las elecciones generales de 1979, que prácticamente mantuvieron el panorama político, el PSOE aspiraba legítimamente a conquistar el Gobierno y dio un giro a su estrategia, centrada en desgastar al Ejecutivo que volvería a ostentar la UCD. Porque mucho se ha comentado y escrito sobre la desestabilización de la extrema derecha (que anidaba en considerados entonces ‘poderes fácticos’, como el Ejército), que exigía soluciones drásticas ante la intensidad del terrorismo y un supuesto surgimiento del separatismo. Pero cabe recordar que también el PSOE pondría de su parte en el deterioro de la imagen del presidente Suárez, quien, por ejemplo, fue calificado por el entonces portavoz socialista Alfonso Guerra como ‘tahúr del Mississippi’, amén de acusarle de ‘intentar entrar en el Congreso de los Diputados con el caballo de Pavía’; tampoco dudaría el Grupo Socialista en utilizar contra el Gobierno el ‘caso Arregui’ (la muerte de un terrorista en extrañas circunstancias) y las mortales intoxicaciones por el aceite de colza. La moción de censura presentada por el PSOE en el Congreso fue otra significativa muestra de su táctica basada en desprestigiar la figura de Adolfo Suárez, que finalmente dimitiría. Durante la investidura de su sucesor aparecería un fantasma desgraciadamente muy frecuente en nuestra historia: el de la asonada, en este caso felizmente abortada por el Rey, que se erigió en garante de la Constitución y la soberanía nacional. A partir de entonces, la oposición socialista redujo su intensidad (llegaría a acordar con el nuevo Gobierno de Calvo-Sotelo la LOAPA, aprobada con el objetivo de poner orden en el proceso autonómico); aunque no tendría problemas en alzarse con una aplastante victoria (la mayor en la historia de la democracia) en las siguientes elecciones generales de octubre de 1982 ante la rápida e irrresistible descomposición de la UCD, que había demostrado ser un partido muy útil para propiciar el consenso en la construcción de la democracia, pero nada más (y nada menos).

Y ahí, en el triunfo del PSOE en octubre de 1982 (que significaba la primera llegada al Gobierno de la izquierda desde 1936) marcan muchos historiadores y cronistas el final de la transición democrática. Sin embargo, hay quienes lo sitúan unos meses después, concretamente en mayo de 1983, con el asentamiento del Partido Socialista en el Ejecutivo y su ratificación electoral en los comicios municipales, que dieron como resultado una amplia mayoría socialista. No obstante, considero más bien que la transición democrática culminó realmente con la consolidación de nuestra presencia en la OTAN por referéndum (que el presidente González se empeñó en convocar supuestamente para dar cumplimiento a un compromiso electoral, aunque sería finalmente para confirmar nuestro ingreso y no, como prometió en la oposición, para salir de ella) y nuestra definitiva entrada en la Comunidad Europea (cuyas negociaciones, eso sí, empezaron ya en 1979), ambos acontecimientos en 1986. España, reconocido por fin su sistema político como democrático y de libertades, salía de su aislamiento de las grandes decisiones internacionales y se situaba junto a las democracias occidentales. Ni más ni menos, en el lugar que, por su historia y peso en el panorama mundial, le corresponde.

jueves, 4 de octubre de 2012

ROMNEY Y EL CAMINO DE ESPAÑA



Las referencias a España del candidato republicano Romney en su debate con el presidente Obama han levantado ampollas en nuestro suelo patrio. En este sentido, nuestro Gobierno, que ha reaccionado con cierta contundencia, está en su papel al intentar paliar la deteriorada imagen que todavía sufre nuestro país. Aunque también es cierto que resulta evidente que el camino emprendido por España en los últimos años ha sido absolutamente erróneo, y ahí están las nefastas consecuencias que aún hemos de afrontar. Senda equivocada a la que, puntualicemos, nos han llevado los anteriores Gobiernos socialistas, y que ahora el nuevo Ejecutivo del PP, con mayor o menor acierto, trata de enderezar.

Es normal que en un debate entre dos aspirantes a la presidencia de los EEUU no se haga mención expresa de gobernantes concretos (sobre todo si tenemos en cuenta que el estadounidense medio no tiene ni idea de quién es ZP), pero cabe insistir en que la situación económica actual es básicamente consecuencia de años de Gobiernos de Zapatero, que se negó a admitir la crisis cuando era evidente, no tomó en su momento y en consecuencia las medidas necesarias y, cuando empezó a adoptarlas, lo hizo tarde y mal. Llegar a culpar incluso a Aznar de la crisis es de manual 'progre' (como si ZP no hubiera tenido la oportunidad en siete años y medio de arreglar esos supuestos desaguisados 'aznarianos'), pero durante su mandato España era un ejemplo de justo lo contrario de ahora: de solvencia económica, prosperidad, desarrollo y creación de empleo, hasta el punto de que en su momento Berlusconi basó su campaña electoral en su promesa de convertir a Italia en un país tan pujante como la España de Aznar; y cabe recordar también la visita oficial de Chirac a España en aquellos años resaltando la 'grandeur' de nuestro país en pleno Congreso de los Diputados. Hasta que vino inesperadamente el de León a lomos del 11-M.

¿Y qué argumentos utilizan quienes responsabilizan a Aznar de la crisis? Fundamentalmente, la Ley del Suelo, la gran y pertinaz mentira de la izquierda: en efecto, hubo una ley de liberalización del suelo del primer Gobierno del PP que la progresía y demás indocumentados presentan como el detonante de la burbuja inmobiliaria; pero, eso sí, ocultan que fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional, que estableció que las competencias de urbanismo pertenecen en exclusiva a las Comunidades Autónomas; y, claro, cada una hizo de su capa un sayo. La crisis financiera, y el subsiguiente estallido de la burbuja inmobiliaria en países como Estados Unidos o España, se debe a la política monetaria expansiva impulsada por los Bancos Centrales, empezando por la Reserva Federal (a instancias, por cierto, del keynesiano Krugman), que de esta forma pretendía sustituir la burbuja de las 'punto com' por la inmobiliaria. ¿Tiene, por tanto, Zapatero la culpa del origen de la crisis? Desde luego que no; pero sí se le ha de responsabilizar de alargar y agravar sus consecuencias, por las razones antes aducidas.

También hay quien culpa a la entrada de España en el euro, que se produjo durante la primera legislatura del PP. Sin embargo, cabe puntualizar que, antes de que Aznar llegara al Gobierno, nuestro país no cumplía ninguna de las condiciones para entrar en él; pero, en virtud de las medidas liberalizadoras y de reducción del gasto público que adoptó, pasamos a cumplirlas todas e ingresamos en el grupo de cabeza, y eso resultó harto beneficioso para nuestra economía, que pasó a crecer por encima de la media europea y a crear más de la mitad del empleo de toda la UE. Que después la Unión Monetaria no se haya dotado de instrumentos que hayan evitado o, al menos, paliado esta crisis del euro (por ejemplo, que haya un Banco Central que actúe en estos casos como la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra), no es culpa precisamente de España, ni de Aznar.

Mitt Romney se quedó algo corto en su mención al porcentaje de gasto público de la economía española (que, por cierto, se redujo en 5,5 puntos durante las dos legislaturas de Aznar): no es del 42%, sino, según los últimos datos (referidos a 2011), del 43,6%; eso sí, sensiblemente por debajo de países como Alemania, Francia, Italia o Bélgica, en los que se sitúa alrededor del 50%. Por tanto, aunque el candidato republicano presentara como argumento nuestro caso concreto, el problema del excesivo peso del gasto público en la economía no es tanto español como europeo en general, ya que en el viejo continente reina el consenso socialdemócrata. En cualquier caso, y según el Programa de Estabilidad, el Gobierno de Rajoy aspira a alcanzar en 2015 una reducción del gasto público sobre el PIB de hasta el 37,7%. Porque, en efecto, conviene tomar un camino radicalmente distinto.

martes, 2 de octubre de 2012

SOBRE LOS SENTIDOS DE LA LIBERTAD

En su magnífico y célebre ensayo ‘Dos conceptos de libertad’, presentado en 1958 como conferencia en la Universidad de Oxford, Isaiah Berlin intenta desentrañar el verdadero y auténtico significado de un término tan polisémico y, como tal, utilizado en tantos sentidos y en tan diferentes contextos como es el de libertad; valor que, como él resalta, casi todos los moralistas que ha habido en la historia han ensalzado. Para ello, examina solo dos de las nociones que tiene la palabra, pero que, dada la experiencia de las consideraciones y significados concretos de los que se la ha dotado desde un punto de vista político, filosófico o ideológico, se las puede considerar como las realmente fundamentales. Así, distingue ya desde el principio del texto entre libertad negativa (que respondería básicamente a la siguiente pregunta: ‘¿cómo es el espacio en el que al sujeto se le deja hacer o ser, sin la interferencia de otras personas?’) y libertad positiva (‘¿qué o quién es la causa de interferencia que puede determinar que el sujeto sea o haga una cosa u otra?').

Como él mismo explica en su escrito ‘Mi trayectoria intelectual’, también los denomina por la preposición que requiere cada concepto: así, en su sentido negativo sería ‘libertad de’ (expresión, circulación, pensamiento, religión, asociación, etc.), que determina un ámbito individual en el que ningún poder ni persona ajena ha de inmiscuirse; es ni más ni menos que la definición de libertad individual que hace Hayek: ausencia de coacción. En cuanto a su sentido positivo, sería ‘libertad para’ (desarrollarse como persona, llevar una vida digna, decidir, votar, etc.), que se centra en los obstáculos e impedimentos que limitan las posibilidades de acción y en cómo superarlos.

La deuda de esta teoría de la libertad con Benjamin Constant, más concretamente con las ideas que expresara en su ensayo ‘De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos’, es evidente, y así lo hace ver el propio Berlin en varios pasajes del texto. Según Constant, la libertad de los antiguos consistía en la participación del ciudadano en los asuntos públicos, como era el caso de la democracia ateniense; sin embargo, este concepto de libertad se limitaba a quienes ostentaban la consideración de ciudadanos, de la que estaban excluidos mujeres, esclavos y extranjeros. Ahora bien, posteriormente fue abriéndose paso la idea de que, con anterioridad a la implantación de las comunidades políticas, cada individuo posee unos derechos por naturaleza, derivados de su propia dignidad como persona (así por ejemplo, Locke), y que como tales había que respetar y garantizar. Estos derechos se entendieron como ‘libertades’, ya que proceden de la afirmación de que todo ser humano tiene capacidad para ser libre y, por tanto, el derecho a ejercer la libertad. He aquí el concepto que Constant define como libertad de los modernos. De tal forma que la libertad no consiste solo en participar en la vida pública: para que una persona sea libre se le ha de respetar y proteger sus derechos y permitirle disfrutar con independencia de su vida privada.

Así, el filósofo y político francés de origen suizo alertaba del peligro de que, tras la Revolución Francesa y la época napoleónica, acabara imponiéndose el concepto de libertad de los antiguos sobre el de los modernos, y que en consecuencia se desnaturalizara la libertad limitándola al ejercicio de supuestos derechos de participación política, pero sin garantizar e incluso recortando y minimizando las libertades individuales. En este mismo sentido, el propio Berlin define a la Revolución Francesa, al menos en su fase jacobina, como ‘una erupción del deseo de libertad positiva’, aunque el resultado consistió en un ‘fuerte recorte de las libertades individuales’. De ahí que Constant abogara por el sistema político británico y pusiera como ejemplo la Gloriosa Revolución de 1688.

En un sentido muy similar, Hayek, en su magno ensayo ‘Los fundamentos de la libertad’, destaca la distinción que, basándose en la tradición de las revoluciones, el filósofo Francis Lieber estableció en 1848 entre libertad ‘anglicana’ y libertad ‘galicana’; esta última ‘se intenta en el gobierno’, ya que ‘los franceses tratan de conseguir el más alto grado de civilización política en la organización, es decir, en el más alto grado de intervención estatal. La cuestión de si esta intervención es despotismo o libertad se decide por el hecho de quién interviene y por la clase de beneficios a cuyo favor la intervención tiene lugar, mientras que de acuerdo con el punto de vista anglicano, tal intervención constituiría siempre o absolutismo o aristocracia…’. Señala Hayek que la tradición inglesa se hizo explícita principalmente por medio de filósofos morales como David Hume, Adam Smith o Adam Ferguson, y extraída largamente de una tradición enraizada en la jurisprudencia de la ‘common law’. Todo lo contrario que el racionalismo cartesiano propio de los ilustrados franceses, como los enciclopedistas, Rousseau o los fisiócratas. El propio Hayek lamenta que la tradición francesa de ‘libertad’ haya desplazado progresivamente en todas partes a la inglesa.

Esa imposición de la libertad positiva sobre la negativa se advierte también en la emergencia del llamado ‘Estado social’ en los regímenes democráticos occidentales. Antes de su surgimiento, el Estado liberal de Derecho se limitaba a garantizar unos derechos individuales, civiles y políticos, que no requerían prestaciones sociales, sino solo vigilancia y represión de las posibles perturbaciones; eran los derechos ‘naturales’ propios de la burguesía liberal decimonónica. Se trataba de un Estado básicamente abstencionista en lo económico, cuyo objetivo fundamental, siguiendo a Locke, consistía en proteger la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos. Sin embargo, ya desde finales del siglo XIX se intentaba superar una supuesta diferencia entre la formalización jurídica de los derechos y su ejercicio efectivo: para ello, el ciudadano ya no debía ser solo una persona integrada política y jurídicamente en un país o nación, sino también económica, social y culturalmente; y, por su parte, el Estado tendría que dejar de ser meramente vigilante y represor para cumplir además un papel fundamental como conformador de la sociedad.

De tal forma que surgiría el que se conoce como ‘Estado social de Derecho’, expresión ideada por Heller en 1929: a partir de entonces, el ciudadano no solo requiere del Estado su simple cometido protector de sus derechos individuales y su no intromisión en su vida privada (libertad negativa), sino también la obligación de realizar prestaciones ‘positivas’ para garantizar un mínimo existencial y promover las condiciones de satisfacción de aquellas necesidades individuales y sociales que el mercado supuestamente sería incapaz de proporcionar (libertad positiva). Tras la Segunda Guerra Mundial, este concepto de ‘Estado social’ como promotor de los derechos ‘positivos’, definidos como económicos, sociales o culturales, se encontraba ya prácticamente generalizado en las democracias occidentales.

Berlin, tras concluir que son dos conceptos relacionados, pero distintos, y que en realidad no llegan a entrar en conflicto (la respuesta a una no determina necesariamente la respuesta a otra), destaca que la idea de libertad positiva ha conducido históricamente a perversiones terribles, mucho más que la interpretación de ‘laissez faire’ económico que pudiera derivarse de la libertad negativa. Distorsiones que proceden en buena parte del racionalismo que se superpone sobre la tradición consuetudinaria: el ciudadano solo puede ser verdaderamente libre y, por tanto, autocontrolarse, si es un ser realmente racional; si no lo es suficientemente, debe obedecer a aquellos que sí lo sean completamente y, como tales, sepan lo que es mejor, no solo para ellos mismos, sino para el prójimo. En pos de ese objetivo de lograr hacer del ciudadano un ser maduro, racional, es lícito imponer la coacción, puesto que en realidad se está actuando a favor suyo, en interés de un yo superior controlado por un yo inferior. Y de esta forma además se construirá una sociedad caracterizada por la armonía y la verdadera libertad de todos sus ciudadanos.

Basta con proclamarse depositarios de la voluntad de la ‘nación’, o del ‘pueblo’ (como los totalitarismos fascista o nazi), o simplemente conocedores del destino humano (como es el caso de la teoría marxista del inevitable advenimiento del ‘liberador’ comunismo tras la transitoria imposición de la dictadura del proletariado), para acabar haciendo un uso radicalmente distorsionado del concepto de libertad positiva. Esa ‘ingeniería social’ tan en boga durante el siglo XX parte del principio de que hay quien sabe mejor que nadie lo que le conviene a cada uno personalmente; o también a la ‘nación’ o al ‘pueblo’ en general, que actuaría de la misma forma si hubiese alcanzado ese nivel de comprensión histórica. Como concluye el propio Berlin: ‘Ésta es la gran perversión de la que es responsable la idea de libertad positiva: tanto si la tiranía la administra un líder marxista, un rey, un dictador fascista, los maestros de una iglesia autoritaria, una clase o un Estado…’.

En este mismo sentido, debemos hacer de nuevo referencia a Hayek, que alertaba de la ‘arrogancia fatal’ de aquellos planificadores que creen que poseen toda la información existente sobre una sociedad, sin tener en cuenta los procesos históricos de desarrollo, como el conocimiento disperso y el orden espontáneo; grave error que se origina en los intentos racionales y constructivistas de imponer desde arriba valores, ideales y, desde el punto de vista económico, precios. Los resultados de la planificación central desde el Estado, que también hemos de considerar otro ejemplo más de perversión del concepto de libertad positiva, son tan conocidos como trágicos.

Y es que no cabe confundir las ideas, principios y conceptos, como bien puntualiza Berlin: ‘la libertad es la libertad, no la igualdad, la justicia o la cultura, o la felicidad humana, o tener la conciencia tranquila. Si mi libertad, o la libertad de mi clase, o la libertad de mi nación, depende de la miseria de otros seres humanos, el sistema que promueve este estado de cosas es injusto e inmoral’. Porque cuando se considera lícito que los más racionales coaccionen a los individuos irracionales, la libertad deja de existir y se convierte única y exclusivamente en disfrute del poder; que no porque lo ejerzan los más buenos y sabios resulta menos despótico.

En suma, Berlin expone en su magnífico ensayo las distintas nociones, incluidas sus falsedades, distorsiones y tergiversaciones, que del principio de libertad podemos distinguir según la experiencia histórica; aunque para mayor claridad expositiva decidió dividir el mismo en dos grandes conceptos, fácilmente entendibles por sus repercusiones históricas, jurídicas y políticas. Eso sí, cabe reconocer que el verdadero y originario concepto de libertad política es el genuinamente liberal, el que restringe la coacción del poder y establece un ámbito individual y privado en el que no ha de inmiscuirse; esto es, la libertad que Berlin define como ‘negativa’. Otras ‘libertades’ que se basan precisamente en la coerción del individuo y en la intromisión de su vida privada no han de ser merecedoras en absoluto de tal definición, por buenas, benéficas y sabias que puedan ser sus intenciones.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

FRENTE AL DOBLE DESAFÍO GOLPISTA

Ciertamente, el 25-S marcará el inicio de una de las épocas más delicadas para nuestra joven democracia, cuya consistencia empieza a ser sometida a duras pruebas. Por una parte, la sedición perrofláutica del 15-M y demás grupúsculos antisistema (de la extrema derecha a la extrema izquierda) han vuelto por sus fueros, esto es, a intentar tomar las calles por las bravas, esta vez con un declarado objetivo: rodear y asaltar el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, para imponer por la fuerza la dimisión del Gobierno y, de paso, un 'proceso constituyente'; es decir, pretenden hacer prevalecer a apenas 6.000 manifestantes sobre la voluntad manifestada libre y democráticamente por una mayoría de once millones de españoles, reflejada en el Parlamento nacional, y además cargarse de un plumazo el régimen político constitucional que los españoles nos dimos tras años de divisiones y enfrentamientos cainitas. ¿Y qué títulos y méritos presenta este movimiento astroso y esperpéntico para llevar a cabo semejante revolución? Desde luego, no los obtenidos en las urnas, por las que sienten verdadera aversión, quizá debido a que les suelen ser radicalmente adversas. Les basta con proclamarse a sí mismos la voz del 'pueblo', pese a que su posición minoritaria dentro de la sociedad resulta cada vez más evidente. ¿Pero qué es la democracia liberal sino una ficción, una mera convención burguesa?

Por tanto, ni legitimidad democrática ni nada que se le parezca: los cambios políticos no han de derivar de la voluntad de los ciudadanos manifestada en elecciones abiertas y libres, como es propio de los sistemas democráticos, sino de las turbas violentas en las calles. Golpismo puro y duro, al modo de la Marcha sobre Roma de Mussolini o de la toma del Palacio de Invierno por parte de los bolcheviques. Afortunadamente, en este caso los vándalos que, empleándose con total agresividad, intentaban adueñarse de nuevo de la vía pública y atacar a la representación de la voluntad popular se encontraron con un Cuerpo Nacional de Policía que cumplió impecablemente con su cometido de defender la legalidad, el orden público y los derechos y libertades de todos los ciudadanos. Sin embargo, la barbarie sediciosa no cejará en su empeño desestabilizador: de momento, han logrado que secuencias parciales y debidamente distorsionadas de los incidentes, que se limitan a mostrar a una Policía que se produce de manera contundente frente a unos transeúntes desarmados, hayan dado la vuelta al mundo, lo que sin duda no beneficia precisamente a la imagen de España; aunque más letal hubiese sido la publicación de fotografías de una muchedumbre violenta apostada en las mismas puertas del Congreso, situación que se ha evitado gracias a las medidas de seguridad adoptadas.

Por otra parte, unas élites políticas y económicas secesionistas han confirmado su pretensión de pasar por encima de la soberanía política, que reside única y exclusivamente en la nación española (es decir, en el pueblo español), con el objetivo de acabar con la Constitución y la unidad de España. De tal manera que Artur Mas, tras adelantar, como era previsible, las elecciones autonómicas catalanas, amenaza ahora con convocar un referéndum saltándose el ordenamiento legal y constitucional a la torera. ¿Se hubiera atrevido el todavía 'president' a anunciar semejante atropello a nuestra Carta Magna (en su momento votada, por cierto, por un 90 por ciento de los electores catalanes) y a la soberanía del pueblo español si continuara en vigor aquella ley, aprobada en tiempos de Aznar pero derogada inmediatamente por Zapatero, que sancionaba con penas de inhabilitación e incluso de cárcel a quienes promovieran un plebiscito ilegal? De aquellos polvos, estos lodos; porque el socialismo zapaterista no ha traído consecuencias nefastas solo en materia económica.

Se trata, en suma, de un doble desafío, no ya al Gobierno del PP, sino fundamentalmente a nuestro régimen constitucional y democrático; al que, con todas sus imperfecciones y posibilidades de mejora, cabe ahora defender y preservar con decisión y firmeza. Un doble reto de índole golpista frente al que se debería contar con el apoyo sin matices del otro gran partido nacional y alternativa política natural, el PSOE; aunque, dada su irresponsable actitud en ambos casos (en uno, justificando de algún modo las actitudes violentas de la sedición; en otro, sacándose de la manga esa supina estupidez del 'federalismo' para evitar situarse al lado del PP), solo hay que esperar que, en el mejor de los supuestos, se coloque de perfil para limitarse a esperar el desgaste del adversario político: en el fondo, a sus actuales dirigentes, siguiendo además la tradición del socialismo español, les importan un bledo el ordenamiento constitucional y la unidad de la nación española con tal de lograr conquistar el poder. Al menos, el PP cuenta con un valiosísimo instrumento, amén de la misma Constitución y las leyes: su mayoría absoluta en el Parlamento, obtenida legítimamente en las urnas.