domingo, 18 de diciembre de 2011

HAVEL: PASIÓN POR LA LIBERTAD

Sin la hercúlea labor en defensa de la libertad de un Presidente, un Papa y una Primera Ministra (tomando el título de un magnífico ensayo de John O' Sullivan), el mundo no hubiera asistido a la gozosa caída del Muro de Berlín. Pero sería injusto desmerecer la heroica actividad política de opositores internos en aquellos países subyugados por regímenes satélites de la URSS, quienes, aun sufriendo persecuciones, deportaciones, encarcelaciones y poniendo en riesgo sus propias vidas, empujaron, y mucho, hacia el final de un totalitarismo siniestro y criminal. Quizá junto a Lech Walesa en Polonia, el checo Vaclav Havel, fallecido hoy a los 75 años, pasará a la historia como uno de los líderes más destacados y tenaces de la épica y finalmente triunfante resistencia anticomunista en el Este de Europa.

Intelectual, célebre dramaturgo, Havel sufrió ya desde pequeño la abyección del comunismo, que, al tacharle oficialmente de 'demasiado burgués' (su padre fue un ingeniero de renombre y, gracias a su esfuerzo, rico), le condenó a no recibir educación secundaria; sin embargo, rebelde desde muy joven, se las ingenió para estudiar en una escuela nocturna mientras trabajaba en un laboratorio. Poco a poco fue abriéndose paso como autor de teatro, en cuyas obras (destacando especialmente 'La fiesta' y 'El memorándum') no se privaba de criticar y ridiculizar al estalinismo. Tras la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 (cruel respuesta a la esperanzadora Primavera de Praga), a la que se opuso sin ambages, sus libros pasaron a ser prohibidos, y él perseguido y frecuentemente encarcelado durante la década de los 70. Irreductible, colaboró en la fundación del movimiento para el cambio democrático 'Carta 77', que le valió la acusación de sedición y una condena de cinco años de prisión que cumplió en su integridad. Liberado, aunque bajo estricta vigilancia policial, en 1984, no abandonaría su actividad política contra el comunismo; su prestigio como inagotable defensor de los derechos del individuo le llevaría a desempeñar el papel de guía indiscutible de la Revolución de Terciopelo, que tras dos semanas de huelgas y manifestaciones pacíficas logró imponerse y derrotar al régimen comunista checoslovaco. En 1989, y después de sentarse a debatir con los mismos dirigentes que le perseguían y apresaban, fue nombrado Presidente de la República, cargo con el que poco antes ni soñaba y en el que, empero, fue confirmado un año después en unas elecciones democráticas. Así vivió Havel como protagonista una época de cambios vertiginosos e ilusionantes, a los que con tanto mérito y esfuerzo había contribuido.

Pero muy poco después sufrió su primera gran decepción como jefe del Estado: en mímesis con la desarticulación de la Unión Soviética, los movimientos independentistas surgían por doquier y triunfaban en la Europa del Este y, por mucho que él quiso impedirlo, Checoslovaquia, que acabó partiéndose en dos, no fue en absoluto ajena. De tal forma que dimitió en 1992; aunque meses más tarde, en enero de 1993, fue elegido Presidente de la recién nacida República Checa. Durante los diez años que se mantuvo al frente de su nación, cohabitó con Gobiernos tanto conservadores como socialdemócratas, con quienes manifestó sus discrepancias sobre la manera de llevar a cabo la transición del comunismo al libre mercado. En materia de política exterior, desde el principio abogó por el ingreso de Chequia en la OTAN y, en esa misma línea, convirtió a su país en un firme aliado de Estados Unidos, también en la lucha contra esa nueva gran amenaza para la libertad y Occidente: el fundamentalismo islámico. Y es que siempre tuvo claro que contra los enemigos de la libertad no valen subterfugios ni paños calientes, puesto que él los sufrió en primera persona.

Tras abandonar la política activa en 2003, volvió a escribir teatro (su obra 'A punto de partir'), además de apoyar las causas en defensa de los derechos humanos: así, fundó el Comité Internacional para la Democracia en Cuba, uno de los pocos países todavía esclavizados por ese comunismo al que combatió sin cuartel durante toda su vida. Porque si algo ha caracterizado el devenir de Vaclav Havel como intelectual y político es una inquebrantable e invariable pasión por la libertad, contra viento y marea. De ahí que merezca que su nombre quede grabado en letras de oro en la historia de Occidente.

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