jueves, 13 de octubre de 2011

MÁS LIBERTAD EN EL COMERCIO, MÁS LIBERTAD PARA EL CONSUMIDOR

Hasta que no tengamos un Gobierno nacional dispuesto a acometer medidas flexibilizadoras del mercado laboral y reformas liberalizadoras en general no se producirán las condiciones adecuadas para la reactivación de la economía y la creación de empleo. Ahora bien, mientras tanto, los Ejecutivos autonómicos pueden poner de su parte; al menos dentro de las limitadas competencias que ostentan en este terreno, una de las cuales, y quizá la más importante, es la regulación de los horarios comerciales.

El actual marco legal, concretamente la Ley de Horarios Comerciales que impulsara José Montilla, entonces Ministro de Industria, Comercio y Turismo, fue en su momento un considerable retroceso dentro de una legislación que, pese a que de la mano de Rato liberalizó totalmente el pequeño y mediano comercio, ya era de por sí restrictiva para las grandes superficies: Además de fijar en doce días el mínimo anual de aperturas en domingos y festivos (aunque en la práctica son ocho, ya que cualquier Comunidad Autónoma puede disminuir hasta ese límite el suelo oficial), redujo el horario global de 90 a 72 horas semanales. Una rémora más para nuestra economía, a lo que hay que sumar la falta de audacia de la mayor parte de los Gobiernos autonómicos (con alguna excepción), temerosos de perder el voto de los pequeños y medianos comerciantes.

Porque ese es precisamente el argumento que se suele utilizar para no liberalizar el comercio minorista: la necesidad de proteger al pequeño y mediano comercio. Además de que la realidad suele desmentir que la apertura de grandes superficies perjudique a las tiendas tradicionales (cuando no afloran más ni se mantienen mejor que alrededor y cerca de los grandes almacenes), las restricciones a los horarios comerciales suponen un recorte, no solo a la libertad de empresa, sino también a la libre elección del consumidor; quien debería disfrutar de plena libertad para decidir el momento en que realiza sus compras y de la posibilidad real de escoger entre las opciones que se le presenten, que han de ser distintas y variadas si creemos en una verdadera economía de libre mercado en la que el consumidor ejerza de auténtico soberano.

En suma, el comercio nace para el consumidor, y no al revés. Máxime si tenemos en cuenta los cambios en los hábitos de compra que han tenido lugar en los últimos años, en los que los consumidores hacen cada vez más uso de los fines de semana y festivos para acudir a los comercios. Por tanto, por supuesto que son convenientes medidas de apoyo al pequeño y mediano comercio, en la línea de reducir impuestos y trámites burocráticos, pero nunca en detrimento de la libertad de elección del consumidor.

Y cuantas menos restricciones se le impongan, tanto al comerciante a la hora de vender como al consumidor en el momento de comprar, más dinámica será la economía. Así pues, cabe felicitarse por la liberalización de horarios comerciales que decretará el Gobierno de Esperanza Aguirre, que permitirá abrir a la práctica totalidad de los comercios a cualquier hora y todos los días del año. De esta forma se reactivará el consumo y el turismo en la Comunidad de Madrid, que no en balde se ha caracterizado siempre por imprimir un carácter cada vez más flexible a la regulación del comercio minorista. Debería cundir el ejemplo.

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