miércoles, 20 de mayo de 2009

EL PAPÁ MÁS 'GUAY'


Alguien que es precisamente progenitor de dos niñas adolescentes ha definido como 'interferencia' el consentimiento de los padres para que sus hijas menores de edad puedan abortar. Que se pronuncie en estos términos una persona medianamente responsable y consciente de sus deberes familiares puede chirriarnos. Pero se trata de Zapatero, un perfecto insensato que, con tal de garantizar su permanencia en el poder, todo lo supedita a la propaganda política y a esa ingeniería social que paso a paso está consiguiendo imponer.

El objetivo último de toda izquierda o colectivismo que se precie es inmiscuirse a través del aparato del Estado en la vida del individuo, de la cuna a la sepultura. Por tanto, la familia, tradicional y fundamental pilar en la formación de ciudadanos libres y, como tales, responsables, le estorba para sus propósitos, y por ello pretende sustituirla por el poder estatal. Así, no es suficiente con arrebatar a los padres el derecho de educar a sus hijos en principios y valores morales, e incluso, tal y como ocurre en determinadas comunidades autónomas, en la lengua que crean conveniente. Ahora el Gobierno o Estado se presenta a sí mismo como condescendiente y benefactor, en contraposición a unos padres generalmente opresores y represores.

El mensaje que se trasmite a unos adolescentes que, no lo olvidemos, votarán pronto, es el siguiente: 'Papá Estado' es el más 'guay', ya que te permite disfrutar de la vida sin tener que responder de tus actos ni preocuparte de las consecuencias. Qué mejor manera de continuar minando la autoridad familiar.

En su magno ensayo 'La democracia en América', el gran pensador Alexis de Tocqueville nos alertaba acerca del despotismo al que nos conduciría la paulatina implantación del Estado-providencia. Estas palabras, aunque publicadas en 1840, son perfectamente descriptivas de las secuelas actuales de ese intervencionismo que todo lo procura: 'Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemeja al poder paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella, provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir.
De este modo, hace cada día menos útil y más raro el uso del libre albedrío, encierra la acción de la libertad en un espacio más estrecho, y quita poco a poco a cada ciudadano hasta el uso de sí mismo.'

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