miércoles, 11 de marzo de 2009

11-M, CINCO AÑOS DESPUÉS


Cualquiera lo diría dada la ausencia, por otra parte significativa, de actos institucionales conmemorativos por parte del Gobierno nacional, pero hoy precisamente se cumplen cinco años de la mayor masacre terrorista de la historia de España y de Europa. Los 191 muertos de los atentados del 11-M merecen nuestro recuerdo emocionado, además de la solidaridad debida a los 1.500 heridos, a los familiares y a todas las víctimas en general. Un Estado de derecho como se supone que es el nuestro, en el que tendría que regir el imperio de la ley, debería a estas alturas haber llevado ante la Justicia a los inductores y autores de la matanza para que cumplieran la correspondiente pena. ¿Pero podemos afirmar con la rotundidad requerida en estos casos que se ha resarcido, no económicamente, sino moralmente, que es mucho más importante, a las víctimas? Por desgracia, lo único que tenemos tras un lustro es una sentencia que tiene la virtud de ser 'políticamente correcta', puesto que no culpa ni a ETA ni a Al Qaeda de los atentados. Sin embargo, nada sabemos acerca de dónde partió la orden de cometer la masacre (es decir, quién es el necesario 'autor intelectual'), ni a ciencia cierta cuál ha sido el explosivo utilizado. Y por mucho que nos quieran hacer ver lo blanco negro, resulta difícil de creer que la 'mano de obra' de atentados de tal magnitud lo conformaran exclusivamente dos confidentes de la policía, moros aunque de islamistas tenían bien poco, y un minero asturiano esquizofrénico. Además, últimamente han surgido nuevas interrogantes que vuelven a poner en entredicho la actuación de la Policía en este caso.
Nada podemos esperar de un PSOE que alcanzó el poder haciendo un uso obsceno y macabro de los muertos del 11-M, pero cuyos estruendosos gritos de 'queremos saber' se diluyeron una vez alcanzó su objetivo, coincidente por cierto con el de los terroristas. Ahora el Gobierno de Zapatero pretende cubrir los atentados con el manto del olvido, entre otras razones para que sean cada vez menos los que recuerden cómo llegaron a la Moncloa. Desde la sociedad civil hemos de reaccionar ante este intento de ocultarnos la verdad, que debemos seguir buscando por muy incómoda que nos pueda resultar. Es la mejor manera, no sólo de rendirle un justo tributo a las víctimas, sino de propiciar la buena salud de nuestra democracia.

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