viernes, 2 de enero de 2009

UNA TIRANÍA QUE SE RESISTE A MORIR


En la última entrada expresamos nuestro deseo de que este nuevo año hiciera posible la llegada de la libertad y la democracia a tantos confines del mundo, todavía sojuzgados por regímenes dictatoriales del más diverso pelaje. Uno de ellos es por supuesto nuestra hermana Cuba, víctima de una de las tiranías más crueles y longevas de la historia, tanto como su inspirador y ejecutor. Mucho se ha hablado y debatido sobre las verdaderas razones por las que esta dictadura comunista ha sido capaz de sobrevivir, incluso superado ya el siglo XX, al 'efecto dominó' que inició el hundimiento de la Unión Soviética. Podemos encontrar varias, entre las que cabe destacar las siguientes: En primer lugar, las características naturales y climáticas de la isla, que hacen más llevadero el socialismo real (y tan real); en segundo lugar, la impronta personalista del régimen, lo que le confiere grandes posibilidades de conseguir adhesiones inquebrantables por parte de una sociedad ya de por sí amaestrada y sin cultura democrática; y en tercer y último lugar, aunque no menos importante, es, por una parte, la ausencia de firmeza de la comunidad internacional en general y de Occidente en particular en la adopción de medidas que debilitaran al castrismo, y por otra, la defensa, en muchos casos incondicional, que una parte tremendamente significativa de la izquierda internacional, ayuna de referencias desde la caída del Muro de Berlín, le ha brindado siempre. En el caso de España, que tan importante papel, por sus lazos históricos con la isla y también su propia experiencia, debería desempeñar en la búsqueda del advenimiento de las libertades a Cuba, sólo el Gobierno de Aznar se mostró hasta cierto punto inflexible con el totalitarismo castrista. Los demás presidentes de la democracia no han tenido empacho alguno en realizar actos de apoyo y gestos de simpatía hacia el tiranosaurio del Caribe, incluido algún que otro vergonzoso abrazo. Y si algo ha quedado demostrado es que la política de distensión y apaciguamiento no ha servido precisamente para socavar a la dictadura cubana.
Buena prueba de ello es el cincuentenario que acaba de celebrar el régimen castrista, con el hermanísimo al frente. Para desgracia de los cubanos, la de Fidel Castro es una tiranía que se resiste a morir, exactamente igual que su carismático y criminal líder. Hay quien afirma que la dictadura perecerá con Castro, al igual que ocurrió en España con el franquismo, aunque está por ver si los burócratas del régimen castrista serán capaces de actuar con similar altura de miras que los dirigentes franquistas. Y más ahora, cuando gobernantes populistas y fidelísimos seguidores de Castro como Daniel Ortega, Evo Morales y Gabriel Correa, bajo la suprema dirección de Hugo Chávez (quien será el indiscutible 'nuevo mesías' de la izquierda latinoamericana tras la muerte del barbado facineroso, si no lo es ya), pretenden extender el deplorable legado del comunismo caribeño. Mucho me temo que ejercerán de celosos guardianes de las esencias castristas y torpedearán cualquier intento de apertura y democratización de la isla. Y contarán para ello tanto con la consabida complicidad de una buena parte de la izquierda política e 'intelectual' como con la preceptiva falta de vigor de Occidente en la defensa de los principios democráticos. No va a ser fácil, no.

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